"Boluarte, por su parte, encontró en el premier Otárola un defensor incuestionable y alguien que le resolvió los problemas del inicio de gestión, como las protestas violentas tras el golpe". (Foto: GEC)
"Boluarte, por su parte, encontró en el premier Otárola un defensor incuestionable y alguien que le resolvió los problemas del inicio de gestión, como las protestas violentas tras el golpe". (Foto: GEC)

El gobierno de la presidenta Boluarte está sumido en un conformismo y mediocridad que traen a la memoria las mismas características que resaltaban en su antecesor. De más está señalar que hay diferencias extremas entre uno y otro; Castillo nombraba filoterroristas y vinculados a Sendero Luminoso en el gabinete. Eso ya dice mucho del golpista y su entorno. Pero las coincidencias con el gobierno de Boluarte también son preocupantes. Ambos gobiernos se caracterizan por la mediocridad. Mientras que el de Castillo era un gobierno mediocre, abusivo y autoritario, el gobierno de Boluarte es uno mediocre de buenos modales.

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En nuestra historia también ha habido personas que nunca estuvieron capacitados para dirigir el país, pero tuvieron éxito en sus gestiones: Fujimori, Toledo y Humala. Pero su éxito no reside en su capacidad de gestión, sino en que fueron lo suficientemente hábiles como para convocar a gente más inteligente. Fujimori convocó a Hurtado Miller y Boloña, Toledo a Kuczynski y Humala a un conjunto de tecnócratas.

Boluarte, por su parte, encontró en el premier Otárola un defensor incuestionable y alguien que le resolvió los problemas del inicio de gestión, como las protestas violentas tras el golpe. Sin embargo, Otárola resultó un buen vocero, pero no un buen gestor. El problema parece ser que se ha vuelto indispensable para la mandataria, quien lo percibe como el sostén de su gobierno. Su objetivo es mantener el Ejecutivo, más no que sea bueno, y ello se percibe cuando mantiene a Contreras en el MEF o Torres en Interior. Por ello, la presidenta tiene que renovar el gabinete y convocar a un tecnócrata que lleve a su gente y reflote este barco en hundimiento llamado Perú.

Por otra parte, la “derecha” parlamentaria ha renunciado a fiscalizar. Por temor a una vacancia de Boluarte, prefieren mantener estático a un gabinete que no ata ni desata. Pero, desde hace meses, es momento de obligar a la presidenta a cambiar al premier. Ella no lo hará, pero el Congreso tiene que cumplir su rol fiscalizador.

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