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[Opinión] Andrés Romaña: La implosión del sistema
En los últimos días se ha visto al asesino Antauro Humala recorrer regiones del país donde ha conglomerado a centenares de personas. En sus discursos, además de decir groserías, se enorgullece por el intento de golpe de Estado que dio en Andahuaylas, anuncia fusilamientos, cambiar de Constitución y otros disparates más. Sin embargo, lo que resulta preocupante es el apoyo que puede recibir un mensaje sumamente radical como el de Humala.
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En los últimos días se ha visto al asesino Antauro Humala recorrer regiones del país donde ha conglomerado a centenares de personas. En sus discursos, además de decir groserías, se enorgullece por el intento de golpe de Estado que dio en Andahuaylas, anuncia fusilamientos, cambiar de Constitución y otros disparates más. Sin embargo, lo que resulta preocupante es el apoyo que puede recibir un mensaje sumamente radical como el de Humala.
El Perú se encuentra en un momento crítico: sin liderazgos, sin partidos, con corrupción y con una sociedad harta del sistema político. El Perú ya implosionó, y la muestra de ello no son saqueos ni protestas, sino una indiferencia masiva de todos los niveles socioeconómicos. Sin embargo, aquello no significa que, en las próximas elecciones generales, la ciudadanía no pueda optar por un inestable mental con ínfulas de emperador que propone fusilamientos y el gobierno de una determinada “raza”.
El congresista Carlos Anderson anunció que presentaría un proyecto de ley para evitar que sentenciados por homicidio puedan postular a la Presidencia. A pesar de que es una buena noticia, debe servir como autocrítica que nuestro país necesite una ley de ese carácter para evitar que asesinos puedan ser elegidos presidentes. Es decir, en la mayoría de países desarrollados no se contempla la promulgación de leyes de esta magnitud, ya que no se esperaría que la población pueda votar por un asesino o un violador. Sin embargo, parece que el Perú es la excepción.
El Perú necesita reformas que faciliten la renovación política constantemente y no cada cinco años. Es la única vía para mantener el orden constitucional y permitir que la población no acumule su hartazgo durante media década y vote por un radical antisistema.
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