"¿Cómo se filtró el video en primer plano de los combazos a la puerta de la casa de la mandataria? ¿Cómo se filtran documentos de una investigación reservada? Eso es responsabilidad del fiscal a cargo". (Foto: GEC)
"¿Cómo se filtró el video en primer plano de los combazos a la puerta de la casa de la mandataria? ¿Cómo se filtran documentos de una investigación reservada? Eso es responsabilidad del fiscal a cargo". (Foto: GEC)

El presidente de la República personifica a la Nación no solo porque lo diga la Constitución, sino por un tema de valores republicanos. El Perú ha sido una república presidencialista durante los casi 203 años de su creación. La figura del presidente —cargo más alto dentro del Estado— representa la unión del territorio, su soberanía, su sistema democrático… Entonces, así a alguien no le guste Boluarte, como en su momento Toledo, García, Humala, PPK, Vizcarra e incluso Castillo hasta antes de dar el golpe de Estado, eso no la separa de lo que su cargo significa.

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Desde el escándalo Lava Jato, los fiscales peruanos se han vuelto adictos a la atención mediática. Su prioridad son las cámaras en vez de las sentencias. Esto ha generado que se normalice la filtración de documentos reservados sin importar si se perjudica la investigación o se vulneran derechos de los investigados. ¿Cómo se filtró el video en primer plano de los combazos a la puerta de la casa de la mandataria? ¿Cómo se filtran documentos de una investigación reservada? Eso es responsabilidad del fiscal a cargo.

El allanamiento a la casa de Boluarte tuvo que hacerse con absoluta discreción y reserva, no por Boluarte, sino por el cargo que representa. Proteger el cargo no significa apoyar la impunidad, ya que la persona que lo ocupa igual es investigada, sino proteger al país. Aunque probablemente, durante muchos años, no se entienda el impacto social que genera ver a expresidentes esposados o cómo tumban la puerta de la casa de la presidenta con total normalidad, los efectos ya se observan: pérdida de respeto absoluta al cargo y a las instituciones. Esto conduce a una degeneración total de la República, ya que, al no tener respeto ni esperanza por un cargo, las condiciones mínimas para votar por alguien que aspira a ese cargo bajan, y el nuevo elegido termina siendo peor que el anterior. En resumen, es la normalización de la degradación. Todo ello a cambio de aplausos fáciles, porque ni siquiera hay sentencias.

Por ello, se debe respetar la Presidencia y aspirar a que, quien suceda a Boluarte en el futuro, realmente comprenda la majestuosidad que representa el cargo que ocupa. De lo contrario, seguiremos en este espiral de degradación absoluta.

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