"Al salir del Estadio, a escasos metros de la puerta, nos esperaban ansiosos, listos, rápidos, diligentes y hasta entusiastas, los amantes del capitalismo en estado natural, los amigos conscientes e inconscientes del comercio, los defensores acérrimos del capitalismo. Esos que, desde antes, en el estadio, nos hicieron ver de qué fibras comerciales estaban hechos con azafates de docenas de vasos descartables con cervezas heladitas, listas para un público sediento y muy agradecido por esa bebida grandiosa". (Fotos: Jesús Saucedo)
"Al salir del Estadio, a escasos metros de la puerta, nos esperaban ansiosos, listos, rápidos, diligentes y hasta entusiastas, los amantes del capitalismo en estado natural, los amigos conscientes e inconscientes del comercio, los defensores acérrimos del capitalismo. Esos que, desde antes, en el estadio, nos hicieron ver de qué fibras comerciales estaban hechos con azafates de docenas de vasos descartables con cervezas heladitas, listas para un público sediento y muy agradecido por esa bebida grandiosa". (Fotos: Jesús Saucedo)

Vi y disfruté del espectáculo y música de Frágil, Raúl Romero y . Buenas las canciones de Frágil. No imaginé la enorme comunicación y el gigante cariño recíprocos de Raúl Romero y su público. Hasta allí mi satisfacción estaba a tope. Podría haber regresado a casa y la noche ya estaba pagada. Pero no, desde allí todo fue dividendos, beneficios, creces, utilidades, deleites y admiración por Hombres G.

Mi hijo Adrián y yo salimos del Estadio Nacional ebrios de gozo, poco antes del final del concierto. Sumábamos a todo lo que nos dieron los músicos, la experiencia de un sesentón y un joven de 22, que pudieron divertirse y quererse de igual a igual. Eso no tiene precio.

Al salir del Estadio, a escasos metros de la puerta, nos esperaban ansiosos, listos, rápidos, diligentes y hasta entusiastas, los amantes del capitalismo en estado natural, los amigos conscientes e inconscientes del comercio, los defensores acérrimos del capitalismo. Esos que, desde antes, en el estadio, nos hicieron ver de qué fibras comerciales estaban hechos con azafates de docenas de vasos descartables con cervezas heladitas, listas para un público sediento y muy agradecido por esa bebida grandiosa.

Y el ‘show’ no terminó allí. Ya en la calle, vimos cómo decrecía el precio del taxi, a medida que nos alejábamos del Estadio. Era una clase didáctica de economía pura: el costo del taxi bajaba de 120 a 30 soles la carrera, a razón de una ‘china’ por paso en dirección sur. Y pasábamos por locales hechos a la medida para vender comida a los alimentados con música. Se transaba todo y yo le decía eufórico a mi hijo: “Viva el capitalismo”, “viva la economía de mercado y el underground economy”, e, intuitivo, “a los socialistas solo les queda darnos, a los amigos del comercio, su rendición incondicional”.

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