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Jorge Barata y la santa inquisición
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Por el momento, solo vemos qué les pasa a otros. ¿Cuánto falta para que se extienda esa creación de delitos absurdos y se faculte a fiscales a allanar domicilios solo porque alguien denunció a otro? Casi nos recuerda los métodos de la Santa Inquisición.
El encarcelamiento de un grupo de empresarios, sin juicio ni sentencia; el allanamiento de los hogares de Bedoya y Yoshiyama y, peor aún, la detención de este último, rayan en la pérdida de nuestros derechos y deberían ser una señal de alarma de nuestra vulnerabilidad. Hoy se trata de las acusaciones que hace un delincuente que intenta evadir sus sentencias. Mañana podría ser una denuncia anónima contra cualquier ciudadano.
¿Alguien piensa que Jaime Yoshiyama iba a salir con una pistola vieja a asaltar un banco? ¿Por qué tenía las balas? No sé. Tampoco sé por qué hace pocos meses una amiga encontró un Betamax y decenas de películas en una caja en su escritorio. Pero puedo asegurar que no pensaba pasar una tarde de cine con canchita.
Quienes alegan que Barata deberá probar sus acusaciones deberían ya estar mostrando esas pruebas antes de violentar a los señalados por Barata.
¿Cómo se determinó que el dinero entregado por Odebrecht para financiar campañas era para lavado de activos? ¿Cómo saber en 2011 que una empresa exitosa, con altos estándares técnicos y premios de responsabilidad social, era lo que hoy sabemos? Obviamente, hay diferencia entre haber entregado dinero para una campaña y haber recibido sobornos para favorecer a una empresa adjudicándole la buena pro de una obra. Aquí sí hay un delito grave de corrupción. Es allí donde debemos enfocarnos.
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