"Esta denuncia nos indigna, debemos rechazar la violencia contra la mujer venga de donde venga", señaló Úrsula Letona. (Foto: El Comercio)
"Esta denuncia nos indigna, debemos rechazar la violencia contra la mujer venga de donde venga", señaló Úrsula Letona. (Foto: El Comercio)

Se desmorona Fuerza Popular. De 73 ahora quedan 60, probablemente haya más renuncias en ciernes. En medio del aluvión Lava Jato y con Keiko Fujimori, Ana Vega y Pier Figari presos preventivamente, las luchas internas por poder o por no poder se agudizan sin pudor en la bankada naranja. La exigencia pública de Yeni Vilcatoma de pedir que se expulse a Úrsula Letona por haber ayudado a archivar una moción que buscaba investigar a Promperú terminó con la renuncia de esta última.

Úrsula Letona aseguró en RPP que ella no será excusa para más divisiones. Pero también afirmó que entró en política (2015) para hacer reformas.
Letona se desafilió el 4 de diciembre 2017, cuando fue retirada del CEN de FP. Vilcatoma, recordemos, se fue tirándole la puerta a ese grupo político y regresó para ser parte de la directiva fujimorista en el Congreso en 2018.

En 2016, Vilcatoma acusó a Letona de petardear uno de sus proyectos para crear la Procuraduría General de la República. Letona llegó a Fuerza Popular tras su trabajo en el prestigioso Estudio Echecopar y Vilcatoma; el gran jale de los naranjas para la campaña frente a PPK llegó al fujimorismo tras acusar al ex primer ministro de Ollanta, Juan Jiménez Mayor, de manipular las procuradurías por razones políticas y empresariales.

Pero es evidente que también hay una pugna de personalidades, cuotas de influencia que se enfrentan ante la ausencia de su lideresa. Es claro que a pesar de lo poderosos que se les percibía al comienzo del quinquenio, hoy se les ve debilitados y sin norte.

Más allá de los casos de corrupción que atacan a los políticos, es menester evaluar una realidad clara en nuestro país.

Lo que nosotros llamamos partidos hoy, verdaderamente no lo son. Son expresiones de gente alrededor de una personalidad que cada cinco años pugnan por llegar al poder no bajo ideales compartidos, sino con agendas personales e intereses coyunturales. Ese es el problema de fondo.