La popularidad de Martín Vizcarra también bajo en el centro, norte y oriente del país. (Foto: GEC)
La popularidad de Martín Vizcarra también bajo en el centro, norte y oriente del país. (Foto: GEC)

En cuatro días recibiremos el discurso presidencial de Fiestas Patrias, que quizás, en lugar de imbuir al país con el optimismo que necesita, pronunciará aún más la desazón de aquellos ciudadanos que deseamos un Perú próspero y competitivo desde que empezó este gobierno.

¿A qué se debe? Básicamente, a que la capacidad del Ejecutivo para impulsar la economía está impregnada de la torpeza más absoluta, pues Martín Vizcarra juega en pared con la izquierda menos sesuda del país. En este contexto, Verónika Mendoza dio algunas sugerencias que parecieran ser spoilers de lo que oiremos el domingo. Por ejemplo, recomienda hipotecar el futuro del país con endeudamiento público –cerca del 2% del PBI- para financiar proyectos de inversión, ignorando que el Estado demostró en reiteradas ocasiones ser un mal inversor y ejecutor.

Otra perla que se mandó es proponer una reducción de las tasas de interés (¿desde cuándo un político hace política monetaria?). Esto implicaría avasallar la autonomía del BCRP e incrementar innecesariamente el riesgo inflacionario del país para perseguir fines proselitistas.

Finalmente, una necedad que es imposible dejar de comentar es el aliento a la fiscalización para detectar el “fraude” en la contratación temporal. Esto ignora la evidencia publicada por Grade, que indica que, si la contratación indefinida se redujo dramáticamente, fue gracias a la funesta sentencia STC-1124-2001-AA, que introdujo la reposición en el puesto de trabajo ante despidos arbitrarios.

Vizcarra haría bien en recordar que entró con un gobierno elegido para sentar las bases de la prosperidad de las próximas décadas y no para implementar un programa de subdesarrollo en el país.

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