Evo Morales tuitea con constancia el hashtag #MarParaBolivia desde su cuenta de Twitter. (Getty Images)
Evo Morales tuitea con constancia el hashtag #MarParaBolivia desde su cuenta de Twitter. (Getty Images)

El nuevo Código Penal boliviano permite, entre otros abusos, apresamientos extrajudiciales. Los médicos salieron a protestar, está saliendo la sociedad civil, la central obrera ha ordenado paros escalonados, el autotransporte se pliega y hoy, en dos regiones del país, hay paro cívico. La ciudadanía tiene una euforia feliz, se hermana, al manifestarse contra los atropellos y contra la reelección forzada de Evo Morales (que perdió el referéndum de 2016).

Analistas menos emotivos creen que este rebalse societal está siendo estimulado por el gobierno (agentes y grupos adeptos), obviamente aprovechando el legítimo enojo de la población. En lugar de frenar, anima.

Lo hizo recientemente Maduro con las manifestaciones venezolanas y también lo hizo Morales en 2008 con el referéndum revocatorio y dejando que la Media Luna (el oriente del país) se desbocara en protestas. Cuando esta resistencia reveló sus fuerzas, el gobierno la desmontó con tácticas de guerra seca (operaciones militares no armadas de movimientos sociales, de inteligencia y apresamientos selectivos). Hoy, el artificio es otro, es el inconstitucional Código Penal, pero la celada es la misma contra una oposición reactiva (no propositiva), emotiva y sin organización de cuadros militantes con objetivos claros. Apenas este movimiento muestre su máxima capacidad, comenzará la contraofensiva, la cual, además, ha sido claramente anunciada por el vicepresidente García Linera: “Estamos en guerra”, ha dicho, “los blancos odian tu idioma, tu vestimenta, tu color, son españoles colonialistas. Debemos apoyar al Evo”. Blanco como una tiza envenena a sectores indígenas y prepara la propaganda internacional. Una derrota de esta esperanzadora salida de las calles provocará un desaliento general y el régimen profundizará la venezolanización de Bolivia.