Foto:  Ernesto Benavides/AFP
Foto: Ernesto Benavides/AFP

El caso del estudio de las vacunas chinas nos ha puesto de cabeza. Se ha utilizado un informe preliminar para sacar una conclusión que ni siquiera los científicos tienen: la vacuna de Sinopharm no sirve para nada. Y eso que en el set de televisión estaba sentado, justamente, un científico que sabiendo que se trataba de un estudio preliminar, sacaba conclusiones definitivas.

El informe preliminar, que es científico y así debería ser tratado, ha desatado una guerra de todos contra todos, donde lo menos importante es realmente entender lo que allí está escrito, para así saber qué tantas bondades tiene la vacuna hasta ese punto del avance de la investigación, que repetimos, no está terminada.

Es que muchas veces lo más importante no es la búsqueda de la verdad, sino tener un documento y utilizarlo como el arma más letal para acabar con tu enemigo político e ideológico, y electoral en las circunstancias actuales. Sobre todo cuando el medio de comunicación tiene una abierta cruzada casi medieval para destruir todo lo que no sea derecha conservadora y dogmática. Publicar a gusto del cliente, o del mecenas, tiene sus riesgos, y muy peligrosos cuando el periodista pierde de vista cual es la línea que no debe cruzar. Salvo que por convicción haya decidido marcarse a fuego el rostro del dibujo animado.

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Es bacán recibir información y publicar. Es fácil ser periodista de oposición con un gobierno que pende de un hilo. Pero en esa vorágine de excitación periodística el riesgo de terminar siendo tonto útil de alguien también es grande.

En estas horas muchos piden la cabeza del periodista y lo quieren ver tras las rejas. Pero acá no se trata de quemar en la hoguera a Beto Ortiz, aunque a veces provoque,  pero tampoco aplaudirlo como foca. Se trata de buscar la verdad, de ser rigurosos y contrastar. De poner el oficio del periodismo por encima del patrocinador de turno.

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