En los meses de agosto, setiembre y octubre, la economía creció 1.84%, 2.89% y 3.18%, respectivamente. Durante los mismos meses, la inflación fue 0.62%, 0.05% y -0.47%. La inflación anual ya se encuentra dentro del rango meta del BCR (entre 1% y 3%). Las exportaciones crecieron de US$9,861 millones en el tercer trimestre de 2016 a US$11,675 millones en el tercer trimestre de 2017. La inversión privada creció 5.4% en el tercer trimestre, la mejor cifra desde 2014, mientras que la inversión pública lo hizo en 5%.
Las cifras se ven bien. Sin embargo, lo que le importa al ciudadano de a pie es que esos números se reflejen en aumentos en su propio bienestar; de lo contrario, siente que no sirven de nada. Esto significa mejorar en temas como la seguridad ciudadana, la entrega de servicios básicos de agua y desagüe, salud y educación a tiempo y de calidad, el tráfico de nuestras ciudades, etc. Eso no solo no ocurre, sino que al mismo tiempo observamos cómo los escándalos de corrupción siguen apareciendo en toda la clase política y en todas las esferas de la sociedad. Y eso frustra a los peruanos, que ven cómo se enriquecen unos y nadie hace nada. De ahí que ahora, pasada la pausa de la clasificación al Mundial, la desesperanza otra vez se apodere de la población. La clase política debería predicar con el ejemplo.
Pregunte usted a cualquier peruano lo que piensa de las elecciones presidenciales de 2021. No cree en nadie, pues señala que todos son iguales. Y esa situación importa para la economía, pues quien invierte lo hace con un horizonte de varios años después de la siguiente elección. En estos tiempos, la realidad política está condicionando la recuperación económica. No reconocer eso es querer tapar el sol con un dedo.