Arturo Maldonado: De desastres naturales a políticos

JLo y Kim Kardashian donarán US$550 mil a favor de damnificados por el huracán Harvey. (AFP)

Las imágenes devastadoras de la destrucción que generó el huracán Harvey en Houston, la cuarta ciudad más poblada de los Estados Unidos, nos recordaron las imágenes del daño que ocasionó el fenómeno de El Niño costero en nuestro país. Ciudades inundadas, ciudadanos escapando de las aguas, actividad comercial paralizada y la necesidad de una reconstrucción que tardará años son algunos de los efectos directos de estos fenómenos ambientales.

El huracán Harvey se vio potenciado por el incremento de la temperatura del mar, consecuencia del calentamiento global. Si este desastre tuvo estas consecuencias en la primera potencia del mundo, estos fenómenos son más amenazantes en países como el nuestro, donde las políticas de planificación urbana y zonificación están ausentes.

Los potenciales efectos no son solo económicos, sino también políticos. Por ejemplo, luego de los desastres naturales, el aumento del descontento social crece a niveles preocupantes. En Ica, si antes del terremoto entre 5% y 10% desconfiaba de todas las autoridades, luego del desastre, la confianza cayó de tal manera que uno de cada cuatro ciudadanos no confiaba ni en el alcalde distrital, alcalde provincial, gobernador regional o gobierno nacional. Es muy probable que esta situación se replique en las zonas afectadas por El Niño costero. Más aun considerando que los esfuerzos de la reconstrucción siempre serán insuficientes ante las expectativas de la población afectada.

Este descontento general puede canalizarse electoralmente. Aventureros electorales (outsiders, radicales, ladrones) con discursos populistas pueden aprovechar esta animadversión y hacerse de los gobiernos locales del norte.

El descontento también puede canalizarse por fuera del sistema electoral. Este ánimo negativo es caldo de cultivo para operadores políticos que quieran movilizar a estos ciudadanos y emprender acciones de protesta.
Gobiernos en manos de improvisados y tensión social en las calles no es el mejor escenario para una reconstrucción con mucho dinero de por medio.

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