Ollanta, el leñador

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La mayor prueba que tiene Ollanta Humala, el ciudadano, de que el sistema político es inclusivo es que, además de ciudadano, es actualmente presidente de la República. No hay mejor demostración de que –con todo lo malo que podamos señalar– nuestra precaria democracia al menos garantiza que la voluntad de los electores superará cualquier poder "fáctico" o enfrentamiento político que su nombre en el listado de la Historia.

No se entiende, por ello, ese lenguaje conflictivo que lleva a cada rincón del Perú. Ayer, en Los Morochucos de Pampa Cangallo, Ayacucho, destiló más de ese agresivo lenguaje contra la clase política. Uno puede entender que, en un mercado político como el nuestro, el líder de la manada actúe como macho alfa, pero en este caso, creo, debería ser distinto. Ollanta Humala ya es presidente, no es un candidato (salvo que esté en campaña para un cargo que no conozcamos).

Si revisan, encontrarán que lo de ayer sigue la línea discursiva de siempre: saludo, enumeración de agravios históricos en la zona, promesas, saludos de Nadine, ¡viva el Perú! Quien haya redactado la primera esquela la atinó en primera.

Está muy bien, por cierto, que el mandatario promueva sus actividades, proyectos e inversiones; si exageramos nuestro pragmatismo, entendemos que promueva a la principal figura política de su partido (a la vez primera dama y presidenta del mismo), ¿pero tiene siempre que vejar a la clase política en su conjunto?

Es cierto que la clase política no ha estado a la altura de nuestra historia y ventajas competitivas, y cierto es, también, que la contraparte de dicha clase no ha hecho mayores esfuerzos para enaltecerla. Pero el cargo presidencial supone partir por entender el encargo histórico, sobreponerse a los porrazos de los opositores, no caer en la pulla infantil que no sirve para nada. Además, ¿cómo entender el diálogo de la premier Jara cuando el mandatario petardea al día siguiente el mismo?

Faltan 14 meses para las elecciones y, así como necesitamos prudencia y confianza en lo económico, necesitamos estabilidad en lo político. Como en el vals de Los Morochucos, presidente, póngale corazón.

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