Necesitamos escuchar, creer y crear

“Usar etiquetas para discutir problemas reales puede haberse vuelto costumbre y es humano, pero muy poco criterioso y fatal para la complejidad que enfrentamos”.
“En los últimos dos años, un millón de peruanos ha decidido que el Perú no es el mejor lugar para vivir y formar una familia. Y otros millones viven en pobreza, con hambre, inseguros, sin agua, con anemia y sin servicios mínimos de educación y salud...". (Foto: Gobierno del Perú)

El jueves fue el 30 aniversario de Transparencia, y fue tan preocupante como estimulante poder escuchar los testimonios de distintos participantes de la historia de esta institución y el discurso final de su presidente Álvaro Henzler. Plagio, de su excelente discurso, extractos que me impactaron mucho. Me une a él una amistad de muchos años y el que haya sido jefe y mentor de uno de mis hijos.

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El video de los testimonios () incluye frases tan duras como certeras para describir la etapa que estamos viviendo: “recesión democrática”, “democracia malherida”, “país herido sin confianza”, “tremenda debilidad institucional”, “intercambio corrupto de favores”, “desinterés, miedo, apatía”, “paciente en cuidados intensivos”, “ambiente de polarización que en otros países ha conducido a guerra civil”.

Álvaro calificó estos tiempos como “oscuros, complejos y de una trayectoria hacia la pérdida de la democracia y hacia la destrucción de las instituciones”. Me parece muy relevante el punto de la trayectoria por dos motivos: una trayectoria no se cambia fácilmente y se requiere una diversidad de actores que colaboren a pesar de sus diferencias para generar el cambio.

De las características que señaló como parte del ADN de Transparencia (vigilantes valientes, emprendedores pioneros, conciliadores sabios), me impactó principalmente la última. Sin conciliar sabiamente, lo que implica tener permanentemente presente el principio de realidad, porque eso es lo que se quiere transformar, no hay manera de salir del hoyo. No solo hay que conciliar lo que se identifica como deseable en distintos sectores, sino que se necesita que esos ideales sean viables respecto de la muy mala situación actual. Discutir sobre modelos mentales es onanístico, se tiene que partir de lo que existe. Y eso deprime, pero es el paso inicial.

Para hacerlo más complejo, de esa depresión de asumir el presente en toda su complejidad, tenemos que ser capaces de construir una visión de futuro esperanzadora y que motive y movilice, donde el componente estructural, creo, debe ser la tecnología al servicio de resolver los problemas que más nos duelen y separan. Cito lo que más me hizo pensar.

“En los últimos dos años, un millón de peruanos ha decidido que el Perú no es el mejor lugar para vivir y formar una familia. Y otros millones viven en pobreza, con hambre, inseguros, sin agua, con anemia y sin servicios mínimos de educación y salud. El desgobierno y el creciente populismo, autoritarismo y criminalidad están simbólicamente deportando y anulando a las nuevas generaciones. Debemos retomar con vehemencia la recuperación de la esperanza. No una esperanza ingenua. Albert Camus, quien presenció la Segunda Guerra Mundial, quien vio los campos de concentración, dijo “donde no hay esperanzas, deberíamos inventarla”. John Paul Lederach, especialista en resolución de conflictos y mediador en procesos de paz en países como Somalia, Irlanda del Norte y Colombia, se preguntaba: ¿Cómo trascendemos los ciclos de violencia que subyugan a nuestra comunidad humana cuando aún estamos viviendo en ellos? Su respuesta: construir una imaginación moral. “El país requiere dibujar otra vez un imaginario colectivo común, una visión futura luminosa desde la revisión del presente oscuro”.

Terminó señalando que construir esa “imaginación moral integradora” requiere generar confianza entre grupos que hoy no la tienen, convicción de que “la única manera de avanzar hacia terrenos desconocidos e inciertos es juntarnos con aquellas personas y cosas que podemos temer o no comprender”, y esforzarse por tener la creatividad necesaria para enfrentar desafíos complejos sin caer en la polaridad binaria inflexible e inútil. No sirven los “planes rígidos ni únicos ni de una institución o iluminado solo, sino flexibles, múltiples y en coaliciones”. “Salgamos de nuestra cultura binaria y de etiquetas hacia una cultura diversa y de conexiones. Salgamos de nuestras islas, hablemos con quien piensa diferente. Quizás es tu rival, nunca tu enemigo. Discrepemos, pero con respeto y amabilidad”.

Usar etiquetas para discutir problemas reales puede haberse vuelto costumbre y es humano, pero muy poco criterioso y fatal para la complejidad que enfrentamos. Y, por último, si se quiere formar bandos, la batalla principal es entre economías ilegales y economía formal.

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