Redacción PERÚ21

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Beto Ortiz,PandemonioAntes que nada, muchas gracias por no haber elegido a "Abre Los Ojos" como el mejor noticiero del año en los Premios Luces pues al perder la apuesta que hice con ustedes no quedo comprometido a nada. Creo que no hay nada peor que hacer las cosas por compromiso. Si un día volvemos que sea porque realmente nos morimos de las ganas y por ningún otro motivo más. Gracias a Melcochita que, con su acostumbrado genio, me convenció de la razón por la que Toledo no postulará en el 2016: "Nadie le va a querer financiar su campaña y él ni loco va a arriesgar la plata que tanto le costó…robar." ¿No es fino? Gracias a los buenos periodistas que destaparon el obsceno escándalo Ecoteva: mención honrosa para la colega Kalú Montoya a la que le dimos una pistita y encontró una carretera transoceánica. Gracias a Magaly, a Mónica Delta y a Phillip porque las constantes invitaciones a su cabina me han contagiado el bichito de la radio, medio en el que finalmente espero debutar –Dios mediante– el año que viene. Procura que tus palabras sean dulces por si algún día te las tienes que tragar. ¿Recuerdan quién lo dijo? Claro que sí. Gracias a Tilsa Lozano por esos dos programas-fenómeno que nos hizo pero, sobre todo, por esa sabia frase suya que fue retuiteada 3450 veces y que, muy bien podría haber sido elegida como la Frase del Año: "Hagas lo que hagas…recoge siempre tu mierda". Gracias a toda la gente con cojones que salió y protestó en dos de los momentos más críticos del año: contra la repartija y contra el aumento de sueldo que los ilustres otorongos estuvieron a punto de aplicarse. Los que nos quedamos en casa no podemos menos que mostrarles gratitud. Gracias a Mónica Cabrejos porque, al conseguir publicar –contra viento y marea– su vapuleado libro nos demostró una vez más que, en este país, a las mujeres que tienen la misma moral sexual que los varones se les sigue tachando como putas. Lo cual me lleva, una vez más y como siempre, a mi Martha Hildebrandt: "He tenido que ser una mujer excepcional para que la sociedad peruana me reconozca lo mismo que a cualquier varón mediocre." Eso no cambia. Gracias al cineasta Eduardo Mendoza por cumplir con el primer mandamiento de un artista en el Perú: no dejarse aplastar, por haber defendido de la ruindad su película, con furia, con uñas y dientes, como solo se defiende a una hija. Gracias también al precoz talento de Adrián Saba por el impecable vuelo de "El Limpiador", otra de las mejores películas del año, sin ninguna duda. Gracias a esa granítica mayoría moral de Lima que puso en marcha "Parejas reales", la contracampaña a nuestras "Parejas Imaginarias". La sola existencia de esos cartelones con sus idílicas fotos de selectas familias Ingalls pluscuamperfectas fue una tácita medalla, la prueba de que –aún en el caso de que no diéramos en el blanco– sí apuntábamos en la dirección correcta. Gracias al escritor venezolano Jersel Porcupine porque un día se apareció en el ciberespacio para obsequiarnos esta diminuta maravilla de poema que, en su momento, nos calzó como guante: Dijo que se iría y se llevaría todo lo que fuera suyo. Y se fue. Y se llevó todo. Pero no me llevó a mí. ¡Y yo era suyo!

Gracias a Ceci Bracamonte, Charly Galdós y Aly Gomelsky por ese incansable sentido del humor que hizo que mi trabajo como jurado en Perú Tiene Talento nunca llegara a ser un trabajo sino un vacilón. Gracias especiales a Ceci por el increíble espectáculo que nos regaló por su aniversario y que –me parece– no ha sido suficientemente aplaudido todavía, a Galdós por enseñarme a usar, por primera vez, Nosotras Diario con Alas, (en las axilas para evitar que las camisas se manchen de sudor en cámaras) y a Almendra porque –salvo cuando está llorando, conmovida por algún cantante– es dueña de una ironía insospechada y francamente implacable. Gracias a Rod Martin, el ganador, por el retrato que me debe y también a uno de los que perdieron: el rapero Bettone porque, al ser eliminado de la competencia, dejó de recuerdo, su filosofía de barrio: "En la vida hay que saber ganar y perder. Y yo perder…sé un montón." Gracias a mi promo Wendy Ramos porque su maravilloso unipersonal –que vi dos veces– logró lo que solo logran las obras maestras: contar la vida de los otros como si fuera suya y viceversa: "Si por las noches escuchas unos pasos en tu casa, no te sorprendas: es la soledad tratando de huir porque…ya no te soporta." A la loca de Laura Bozzo por la desmesurada cuchipanda en Acapulco y por su cerrada defensa del beso indiscriminado: Un pico no se le niega a nadie. (que incluyó, por supuesto, el pico respectivo). Gracias a Papi y a Charly, los dos temperamentales perros criollos que, generosamente, me adoptaron este año. Gracias a Pedrito Suárez Vértiz por pedirme que lo acompañara en la multitudinaria presentación de su libro que reafirma algo en lo que ya creía: "Un largo silencio en el teléfono es la máxima expresión del amor." Gracias a mi amigo y editor, el poeta Manuel Fernández, por describir mejor que nadie en "La Marcha del Polen" a todos aquellos que, alguna vez, hemos vivido cebados en la desesperación de los días que se suceden en la gracia íntima del mondongo y la azucena.

Gracias al periodista argentino Jorge Lanata por recibirnos dos veces en su casa de donde nos llevamos más de un souvenir: "Yo solo me fijo en la gente que me quiere que es mucha más. Quizá sea más odiado por el poder y está bien. Yo trabajo para eso. Mirá: yo no trabajo porque creo que me quieran, ¿eh? En ninguna empresa vos trabajás por amor." Gracias a la congresista Lourdes Alcorta por la más inolvidable explicación que he recibido sobre qué significa ser políticamente conservador: "Cedo el asiento a los mayores, celebro la Navidad y la Semana Santa." (Okey. Convengo en que ese programa era demasiado temprano). Gracias al defenestrado congresista Michael Urtecho por arrepentirse, a la hora undécima, de participar en "El Valor de La Verdad": un programa de dos horas con permanente fondo musical de coros celestiales habría resultado insufriblemente aburrido. Gracias, claro, a mi canal por renovarme contrato por un huevo de años más, cosa que nunca antes me había ocurrido. Gracias al equipo de trabajo de lujo que tengo, garantía de victoria en cada nuevo proyecto que emprendemos. Gracias a los buenos amigos que me siguen haciendo padrino de sus hijos, a los buenos amigos que me cuidaron –me vistieron, me arroparon, me dieron de comer en la boca– cuando me rompí porque sin ellos, seguiría tumbado. Y, last but not least, thank you very much, Papalindo porque al caerme de aquel caballo no quedé muerto ni discapacitado. Y eso va recontra en serio, porque –aunque mientras escribo esto sigo metido dentro de mi corsé– creo, modestamente, que estar de pie y seguir caminando ha sido el mayor de los éxitos de este año. Ojalá que el que venga sea del tamaño de todos sus sueños.