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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La abundancia y la generosidad de los políticos paga y paga bien. Al candidato César Acuña no le puede ir mejor. Hace más de un año, promueve su candidatura en los horarios estelares de la televisión porque dice ser "de una raza distinta" agregando que no se "trata de él", pero en realidad, todos sabemos que siempre se trató de él. Hace unos días, lo condecora un alcalde de un humilde distrito de Andahuaylas, quien desconoce el reglamento electoral (ninguna autoridad puede actuar con imparcialidad durante un proceso en marcha), y no pasa nada. La verdad, no culparemos a ese burgomaestre, porque imita al propio presidente de la República, quien rompe, casi todos los días, el principio de neutralidad.

Pero sigamos con la suerte de quien dice representar a los emprendedores del Perú y quien nos repite que no tiene compromisos, porque todo lo que gasta sale de su inagotable bolsillo. Es evidente que tiene poder de convencimiento. Pese a las acusaciones de violencia familiar, uso indebido de recursos municipales con fines electorales, dilata sus procesos judiciales y, por si fuera poco, convence a la actual vicepresidenta Marisol Espinoza, quien, en más de una ocasión, ha afirmado que "la lealtad no es defender intereses personales (¿o sí?) y que esta (lealtad) debe obedecer a los principios y valores". Imaginamos que, siendo una autoridad, tendría que renunciar a su cargo para continuar su carrera proselitista. Por eso de la neutralidad, ¿no les parece? ¿O seguiremos en letra muerta? ¡Pero aún hay más fortuna para Acuña! La hija del presidente del JNE (condecorado por la casa de estudios) trabajó en la Universidad César Vallejo, fuente de riqueza del candidato. Asimismo, el hijo del titular de la Fiscalía de La libertad, que tiene como responsabilidad una acusación contra el candidato de APP. El empresario universitario que se jacta de no haber leído ni un libro parece ser un "suertudo" hasta con las mujeres. Podríamos pensar que es consecuencia de su gran "generosidad". Como el dicho reza, el que puede puede, y el que no que aplauda. ¡Que viva el pisco y la butifarra!