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Redacción PERÚ21

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Beto Ortiz,PandemonioPasar más tiempo con mi teléfono:Tú no te das mucha cuenta pero las reuniones familiares, los almuerzos de trabajo, las salidas nocturnas con amigos te roban las horas felices que podrías pasar, a solas, con tu smartphone. Piénsalo. Tu teléfono es tu compañero más fiel, es el único que se queda contigo cuando ya todos se han ido. No descuides, pues, tu entrañable relación con él. No dejes que personas reales distraigan tu dedicación o estropeen esa química perfecta. Total, ¿cuántas funciones, cuántos juegos, cuántos GB de memoria, cuántas aplicaciones tienen tus amigos?

Hablar con desconocidos: Como dijo la buena Blanche de "Un tranvía llamado deseo": Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños. Y la verdad es que, últimamente, paso más tiempo conversando con extraños que con amigos realmente existentes. Gente sin rostro que, muchas veces, sabe más sobre mí que yo. Y si nos peleamos, los bloqueo, sois spam y listo. Si hacemos números, podríamos decir que dependo de la amabilidad de unos 650 mil extraños en Twitter y otros 250 mil en Facebook. ¿Y ahora?, ¿qué hacemos? No hay cama para tanta gente. ¿Dónde celebro mi santo o mi primer millón de amigos?

Vivir pendiente del qué dirán: Dice Woody Allen que la clave del fracaso es intentar complacer a todo el mundo. ¡Qué pedazo de enano nerd acomplejado! Basta mirar las épicas fotos –con el pelo al viento– de los peruanos exitosos que figuran en los rankings de fin de año de todos los años para saber que Woody está recontra equivocado. ¿Cuál será el secreto para gustarle a todos, no? Cuidarse siempre de nunca hacer ni decir nada inconveniente, supongo. Admitir, resignados, caballeros, que la mayoría es la que manda. Jamás pisar un callo. Complacer a todo el mundo, justamente. A ver, chicos, con confianza, ¿qué cosita quieren que haga?

Decirle a la gente lo que tiene que hacer:No solo los periodistas nos sentimos con pleno derecho a enmendarle la plana a todo el mundo. Esa es una sana costumbre nacional. No sé a ustedes pero a mí todo el tiempo me están diciendo qué programa debería hacer, qué libros leer, sobre qué hablar, sobre qué escribir, cuántos kilos bajar, qué ropa ponerme y a qué cirugía someterme. Es una verdadera bendición que haya tanta gente preocupada por mi progreso y bienestar. ¿Por qué no mostrar yo también la misma generosidad opinando permanentemente sobre la vida de todos y cada uno de ustedes?

Leer menos:Entra a una librería cualquiera. Mira cuántos libros hay. Miles. Miles de miles. ¿Por qué hay tanta gente escribiendo libros? ¿Por qué necesitamos tantos? Si ya intentar leerlos es inútil, ¿qué podríamos decir acerca de escribirlos? "¡Mi vida es tan increíble que yo debería escribir un libro!"–dicen los taxistas, los notarios públicos, las secretarias bilingües, los domadores de circo, todos. Oigan, ¿saben qué? Paren de publicar libros, en serio. ¿Qué clase de arrogancia extravagante les hace pensar que a alguien le hará falta leerlos? Nadie está leyendo, paren de escribir.

Dejar de bailar:Partamos del hecho indiscutible de que uno debería de abstenerse de hacer aquello que no puede hacer bien. Así como nadie quiere oír cantando al que no sabe cantar –razón por la cual habría que erradicar los karaokes– nadie quiere ver bailando a quien no sabe bailar. Más de la mitad de la pista haría bien en volver a sus asientos. Y, sin embargo: discotecas de playa, fiestas temáticas, horas locas, cada vez más artimañas para hacerle creer a la pobre gente que coreografiar es un derecho de todos. Pues no, no lo es. ¿Cuál es la necesidad de soplarse el torpe espectáculo del kurikitaka ajeno?

Alejarme de la política: Todos aconsejan alejarse de la tóxica farándula pero la política, a final de cuentas, es farándula con terno. Gente que vive pendiente de que el rival resbale y ruede por los suelos para poder, por fin, patearlo a placer. O de sembrarle de cáscaras el camino si acaso se tarda demasiado. ¿Hará falta más gente criticando, opinando, editorializando sobre cómo debería dirigirse este país? Cada semana aparece una nueva revista "de actualidad política" que inexorablemente morirá, en tres meses, de inanición. Ya existen decenas de programas políticos de TV, centenares de espacios radiales, millares de blogs, millones de columnistas, millardos de opinólogos en el país. Get a fucking life. Necesitamos menos.

Emparejarme:Soy soltero y quiero lo que hago. Bah. Eso nadie me lo cree. La felicidad es un número par de modo que resulta mandatorio, necesario, obligatorio hacer el dos. Uno no es ninguno. Dos es menos atroz. ¿Por qué? No sé, porque está en la biblia, porque así es como es. Así me lo explicó un amigo recién casado: a tu edad es lo que se supone que hagas, esa es la etapa que te toca, es lo que todos esperan de ti. Un solitario inspira sospecha de modo que, por enésima vez, se declara inaugurado el casting de verano. Dos solitarios juntos es mejor. ¿Y con qué rima una pena entre tres?

Envejecer:Me van a tener que perdonar pero sus denodados esfuerzos por vencer al calendario me resultan, francamente, mariquitas. Ahora resulta que eres un pelele si no te borras las líneas de expresión con ácido hialurónico, si no te inyectas tu propio plasma (rico en plaquetas) en el cráneo para que te crezca una pelusa o si no logras completar mil abdominales colgado de los tobillos. Olvídenlo. No va a suceder. Este 2014 he resuelto mandar al carajo cualquier intento de alimentación saludable, dejarme de cremitas, de nutrasweet y de ensaladitas de berros para reventar gloriosamente de carbohidratos, azúcares y grasas saturadas. Sin olvidar emborracharme más a menudo para que mi hígado se entrene y recupere así su antigua resistencia antes de que este cuerpo decadente alcance el deterioro perfecto.

Quejarme más: A los peruanos, para llorones no hay quién nos gane. Maneja un taxi y escucha a tus pasajeros, ¿qué hacen? Se quejan. Abre la línea de una radio, ¿qué hacen tus oyentes? Se quejan. Husmea con disimulo en cualquier conversación ajena en el café, ¿qué hacen los parroquianos y las parroquianas? Se quejan. Así es la cosa. Como dirían los españoles: somos unos quejicas. Unos llorones. Acá hay que vivir lamentándose cual desconsolado deudo de víctima mortal en microonda mañanera. No nos ganan. Para mamíferos, para churres mamoncitos no nos ganan.El que no llora no mama y ..¡tú tienes una cara de querer mamar!Quiero, para terminar, comprometerme aquí, solemnemente, a poner en práctica todos estos buenos propósitos a partir del día 30 del mes que viene, a más tardar.