Este fue el primero de seis proyectos de reforma política en aprobarse por el Parlamento. (Foto: GEC)
Este fue el primero de seis proyectos de reforma política en aprobarse por el Parlamento. (Foto: GEC)

En este mes de la patria, en el que todo nos obliga a examinar la relación que tenemos con el territorio que nos dio la nacionalidad, pocos, muy pocos realmente, dudarán en afirmar que si de algo no están orgullosos los peruanos, es de sus políticos. Y en esa desastrada clase política, brilla, con inusitada luz negra, la institución que reúne a la crema y nata de sus representantes oficiales y oficiosos: el Congreso de la República.

Nunca como ahora, un Parlamento elegido en democracia con una limpieza casi ejemplar había alcanzado ya no solo niveles tan altos de desaprobación –moneda corriente que ha ido y venido en las últimas décadas–, sino que, además, ostenta el baldón de haberlo conseguido en un tiempo récord, exhibiendo también una versatilidad tan consistente para ganarse el rechazo popular con decisiones tan vecinas de la más gruesa deshonestidad.

Desde luego, es el comportamiento de la bancada de Fuerza Popular, en tanto mayoría y baremo de todas las votaciones, lo que acapara el protagonismo en esta carrera hacia los extremos del desprestigio y la falta de credibilidad, pero en la foto no salen retratados solamente ellos o los cinco parlamentarios apristas que les sirven de versados gonfaloneros: es la institución en su conjunto lo que se asocia, en el imaginario popular, a todo lo que de nefasto tiene la política en nuestro país.

La encuesta que publicamos en la edición de hoy reitera lo que viene sucediendo desde hace meses. Si hay algo que la ciudadanía repudia en estos últimos tiempos, es a sus representantes en el Congreso, valorado en los peores términos, pero del rumbo que este ha tomado sí responsabiliza directamente a la mayoría que lo domina, de ahí que la posibilidad de que alguien de esa agrupación vuelva a presidir la Mesa Directiva del hemiciclo registre, asimismo, un abrumador rechazo de parte de los encuestados por Datum.

Las negociaciones entre las bancadas para definir candidaturas al cargo se encuentran en plena ebullición y todo es muy borroso aún, pero lo rotundamente claro es que el Perú no quiere que un fujimorista vuelva a presidir el Congreso.

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