Megxit

(Foto: AFP)

Mi abuela murió a los 94 años respetada por todos y adorada por sus 26 nietos. Era la raíz y la roca de la familia. Nadie jamás discutió ninguna de sus decisiones. Sin tomar partido ni hacer aspavientos escuchó cuitas y arbitró conflictos. La familia no se cuestionaba. Nos dio un centro y la seguridad para crecer alas y llegar lejos. No era reina, pero reinó. No pude evitar pensar en ella cuando veo los conflictos que ha tenido que enfrentar, y tratar de resolver, una señora de 93 años que reina desde hace 67 años sobre la Gran Bretaña y ha trabajado toda su vida sin una metida de pata. Entra en escena Meghan Markle y la pone en jaque. Antes que reina Isabel II es abuela y, como tal, ha sido maltratada por alguien a quien le abrió los brazos. No se lo merece. Meghan había tenido una vida familiar difícil, padres divorciados, un papá inestable, hermanastros venales. La reina no solo le abrió los brazos, le abrió sus casas, que no son cualquier cosa y le dio una boda de ensueño coronada como una princesa. En un gesto que habla largo de su exquisita educación, su hijo Carlos le dio el brazo a Meghan en la iglesia para que no llegara sola al altar.

Gesto que agradeció su hijo Harry cuando le musitó: “Thanks, Pop”.

La figura tristísima de la madre de Markle, solita en la iglesia, dejó en claro que, más que un título, Meghan se había conseguido familia. La familia real hizo todo para que ella fuera feliz, porque tanto Carlos como la reina quieren mucho a Harry y querían su felicidad. Que Meghan divorciada, americana, mestiza, no era la primera opción está claro. Pero la reina estaba decidida a ayudarla para que se sintiera en casa. ¿Qué le pedía a cambio? No mucho. Protocolo real. No cruzar las piernas, usar medias y faldas en público y esmalte de uñas claro. Meghan hizo todo lo contrario. La Corona exige cuatro cosas: ser discretos, guardarse sus opiniones, representarla con la sonrisa, y no quejarse. A cambio entrega castillos y sirvientes, parques, fortuna, viajes idílicos (¡nunca preocuparse de maletas!), cultura de gran nivel y acceso a lo mejor que ofrece el mundo.

Meghan no aguantó porque nadie le preguntó a ella si era feliz. ¿Hello? (¿Con todo eso te sentías desgraciada?) Una niña que para hacer carrera en Hollywood debió afilar las uñas seguro está acostumbrada a un mundo diez veces más despiadado. Meghan le tiró la puerta en las narices a la anciana, empacó a su lindo bebé –que los ingleses no verán más– y se llevó a Harry lejos de su país, que adora y que lo adora, de su abuela y su padre. Dejó a Archie sin primitos para jugar –porque no creo que los primos Markle sean una opción– y se largó a Norteamérica a vender el apellido y llevar la vida de una celebrity o de una Kardashian cualquiera.


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