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Me llevo mi pelota
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Por Mauricio Aguirre
Después de más de 275 mil infectados y casi 9 mil 500 muertos, según cifras oficiales hasta ayer domingo, el miércoles regresamos a la “normalidad”. Está claro que después de lo que serán 108 días de cuarentena, la economía venció a la salud. Eso no es bueno ni malo, es simplemente nuestra realidad. ¡Qué horror! dirán muchos, ahora la vida en el Perú no vale nada. Es probable. Pero es bastante más cierto que desde hace muchos años, y sin pandemia de por medio, la vida en nuestro país, en realidad, vale poco.
Lo único que hizo el COVID-19 fue mostrarnos una realidad que durante años escondimos bajo la alfombra. Un sistema de salud colapsado que no fue atendido por los gobiernos en más de 50 años, un modelo económico que, por lo menos en los últimos 30 años, decidió esconder la palabra social también bajo la alfombra, y una clase política que nos gobernó hablando hacia la izquierda, pero siempre caminando hacia la derecha.
Mucha economía de mercado, poco compromiso social. No está mal que exista una economía de mercado. Es más, la libre competencia y la inversión privada deben ser los motores de la generación de dos cosas fundamentales para el desarrollo de una sociedad: riqueza y bienestar. Y el rol del Estado debe ser vigilar que eso se haga bien.
Lo malo es que por aquí se generó riqueza, pero poco bienestar. El modelo funcionó para muchos, pero no para la mayoría. ¿Y qué sucede cuando el modelo no funciona para la mayoría? Dos posibilidades: sus actores se “reinventan” o desaparece el modelo.
Para reinventarse, sin embargo, hay que ver la realidad y no vivir en la ficción. No se trata de reaccionar como cuando eras chico, estabas perdiendo en la pichanga de barrio y, de puro picón, ponías tus propias reglas o amenazabas con la típica frase “me llevo mi pelota”.
Cuidado que terminamos matando el modelo más desde adentro que desde afuera.
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