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Maternidad, amuletos y cicatrices
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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
A los 10 años sufrió una operación para extirparle un lunar. Su mamá, antes de entrar al quirófano, le dio una tela en la que estaban envueltas unas pajitas: "Fueron parte del pesebre", le dijo. Ella empuñó el encargo que la acompañó todo el tiempo. Felizmente no fue nada, pero quedó una cicatriz, justo encima del seno.
Una marca, en la pubertad, justo en una parte del cuerpo en la que convergen sexualidad, maternidad, deseo, nutrición, estética, fertilidad y salud. Cuando tenía 23 y su prima daba de lactar a su bebé, tuvo claro que no sería parte de la liga de la leche. "Me daba cosa la idea", dice.
Hoy, con 30 años y un pequeño de 1, reflexiona: "Le di un par de meses, más de lo que pensaba, menos de lo que dicen que se debe. Lo miraba con ternura alimentarse, sus labios succionando mi pezón por debajo de la cicatriz que ya era parte de mi cuerpo. Como no subía de peso, decidimos combinar la leche que comencé a sacarme —había que regresar al trabajo— con fórmula. De esa manera, algo que antes solo yo podía hacer comenzó a ser asumido también por mi esposo".
La maternidad, con toda su misteriosa y contundente realidad: lo que se recibe de la madre —ahora abuela—, incluyendo el amparo de la fe, la relación con el cuerpo propio, los prejuicios, temores, promesas, la mirada de los otros, las expectativas sociales, las prescripciones y proscripciones de los médicos, las idealizaciones mediáticas, lo que se hace solo y lo que se comparte. Los ideales y las exigencias de la realidad, la suerte y, sobre todo, esas pequeñas cicatrices que alteran el libreto dogmático, pero que le dan su dimensión sublimemente humana.
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