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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Una mujer filipina guapísima y famosísima sale de la mano de un premio Nobel de Literatura peruano en una revista muy leída por la gente de Lima y España, llena de páginas sociales y esos glamures. Estoy almorzando con mi papá y por su ventana vemos caminar a otro escritor peruano muy famoso. Mi papá lo invita a pasar porque es su amigo del colegio y hasta ahora se ven.

El escritor acepta y se sienta en nuestra mesa. Yo ya lo he gozado una época en que ambos vivíamos cerca, (él en Yale y yo en Nueva York ) y lo considero un viejo amigo. Estoy curiosa por el escándalo del Nobel, así que no me aguanto y le pregunto: "¿Tú qué opinas de las fotos del Nobel con la filipina?".

El escritor se queda un rato pensando, levanta un poco los ojos como quien recuerda, y dice que le da dos meses al Nobel hasta que vuelva a su casa, donde su esposa, porque eso ya le ha pasado otras veces. Dice que el Nobel entra todos los días a la misma hora a su escritorio y que, mientras está ahí, su esposa se encarga de que todo siga su curso, de que todo esté en orden y a salvo. Y que nada ni nadie lo puede interrumpir hasta cierta hora.

Una amiga me dice que la esposa del Nobel es familiar suya y que es una mujer muy conservadora. Según mi papá, es imposible que la filipina no haya autorizado las fotos de la revista y que esa portada se ha hecho no solo con el consentimiento de la filipina, sino también del Nobel.

Mi papá no cree que el Nobel haya sido engatusado. Mi amiga, en cambio, cree que la filipina sí habría engatusado al Nobel y que ese es un recurso al que se prestan muchas mujeres cuando se cansan de un amante que promete separarse de su esposa pero no cumple y mantiene el juego a dos cachetes. Y también piensa que el Nobel es un éxito, a los 79 años saliendo con una mujer tan guapa, y que ya quisiéramos llegar a viejos como él.

El escritor explica con ternura que nuestro Nobel es muy poco diestro para todo lo útil, como vestirse, coordinar sus agendas, comprar, hacer una maleta, ni soñar con colgar un cuadro, etcétera. Y que incluso él alguna vez tuvo que hacerle ver al indefenso Nobel que había salido a un evento con zapatos de diferente color, y que otra vez tuvo que explicarle que una torre de libros no entra en un carry on a menos que se acomoden horizontalmente. Esto último me da una mezcla de risa con ternura, mucha.