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El mar sonríe

“Los y las surfers están en todas las playas de Lima, en las de Ilo al sur, y en buena parte de la costa norte. Probablemente sea el deporte que más rápido ha crecido y se ha democratizado (...)”.

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Lo que vimos ayer en las finales de surf en Punta Rocas fue espectacular. Perú arrasó en un deporte que solía ser tremendamente elitista, pero que desde hace algunos años se está convirtiendo en algo bastante más amplio, rompiendo las barreras que lo confinaban a unos pocos.
El surf no es un deporte popular, menos de masas. Y tal vez nunca lo llegue a ser. Ese es un lugar especial reservado para el fútbol y el vóley, pero he sido testigo de cómo el mar se ha vuelto cada vez más diverso. Ya no se trata solo de hombres miraflorinos y sanisidrinos. Los y las surfers están en todas las playas de Lima, en las de Ilo al sur, y en buena parte de la costa norte.
Probablemente sea el deporte que más rápido ha crecido y se ha democratizado en las últimas décadas en nuestro país.
Sofía Mulanovich tiene mucho –o todo– que ver con esta explosión. Ella abrió el camino para que ahora tengamos a tres medallistas mujeres como Vania Torres, Daniella Rosas –de 17 años–, o Mafer Reyes, quien aprendió a surfear mientras su mamá vendía raspadilla en la playa. Rosas, de paso, ya está clasificada a las Olimpiadas 2020. Mención especial a ‘Piccolo’ Clemente, que luego de haber sido tres veces campeón mundial, recibe merecido reconocimiento de local. Y, por supuesto, a Tamil Martino y a Lucca Mesinas, quien también estará en las Olimpiadas.
Pero hay algo más profundo detrás de esas medallas. Esta camada de tablistas está inspirando a una generación que está descubriendo una nueva forma de relacionarse con el mar. Cuando se corre olas, es imposible no querer y conservar el mar, algo que hace tanta falta en un país que lo ha utilizado como botadero y que con tanta frecuencia solo le ha prestado atención para explotarlo. Esto es lo que más les agradezco a estos campeones. Gracias por eso.
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