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La mamá de la mamá
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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://blogs.educared.org/espaciodecrianza/
Contrariamente a orangutanes y chimpancés, que tienen cría cada 4 o 6 años, los humanos parimos mucho más seguido. Si a ello añadimos un especialmente largo periodo de dependencia, está claro que la tarea de las madres de nuestra especie —lidiar con dos infantes desvalidos al mismo tiempo— va más allá de sus posibilidades.
Antes de los dos años, la pérdida de mamá significaba una muerte casi segura para su hijo. Es el lapso que en las condiciones originales de nuestra existencia la lactancia actuaba como anticonceptivo natural. Más allá de esa edad, aunque un pequeño no es aún autónomo, las probabilidades de muerte disminuían de manera importante.
La única explicación para los hechos anteriores es el reclutamiento de otros que asumen parte del costo de sacar adelante la próxima generación. En casi todas las culturas que han sido investigadas, por lo menos un pariente asume ese papel y asegura la supervivencia de las crías. En otras palabras, nuestra historia nos inclina a una crianza colaborativa a través de la familia extendida.
¿Quiénes son esos personajes? Pues bien, quien hace la contribución más contundente al florecimiento de un niño es, de lejos, la abuela materna. Siguen hermanos mayores. Más lejos viene la abuela paterna y en la cola el padre.
La familia nuclear, supuestamente universal desde tiempos inmemoriales, conformada por una mamá que cría, un papá que provee y niños, no ha sido, pues, nunca tan normativa como se piensa. Siempre ha habido un equipo con titulares que van rotando puestos dentro de ciertos límites, siendo la mamá de la mamá — quizá el origen de la menopausia tiene que ver con el papel de las abuelas en la crianza—una pieza de la primera importancia.
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