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Malhechos

“Son un puñado de improvisados que, en su atolondramiento, dejan para la madrugada del último día posible una discusión clave sobre reformas constitucionales delicadísimas”.

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El debate durante la madrugada del sábado en el Congreso demostró que para demasiados legisladores la nueva normalidad es igual que la vieja solo que con una mascarilla mal puesta. Además, fueron tan torpes que le dejaron a Vizcarra la pelota dando botes para meter gol, como terminó ocurriendo. Eso explica la reculada magistral de quienes habían votado contra las reformas constitucionales menos de 48 horas atrás: inmediatamente después del discurso del presidente, con el rabo entre las piernas, de nuevo a última hora y en respuesta a un nuevo repudio ciudadano, decidieron revisar su votación.
Este fin de semana ha sido un resumen del estilo que se ha impuesto sobre buena parte la representación nacional: son un puñado de improvisados que, en su atolondramiento, dejan para la madrugada del último día posible una discusión clave sobre reformas constitucionales delicadísimas.
No me estoy deteniendo en el desenlace de la votación de ayer domingo, que aún no se daba al escribir esta columna, sino en el inexplicable hecho de que asuntos centrales para la política local, que han sido materia de preocupación por meses –en algunos casos años–, hayan terminado siendo abordados entre legañas, contra el reloj y atropelladamente.
Es sintomático de todo esto que, como si la reforma política no hubiese sido ya suficientemente demandante, entre la toma y daca de la negociación del viernes en la noche, donde ponían y sacaban palabras de la Constitución como si se tratase de la edición de un simple tuit, se dieron el tiempo para darle facultades a la Comisión de Educación para ir contra la Sunedu.
Con tanto por hacer en otros frentes, detrás de ese esfuerzo boicoteador de la reforma universitaria –mientras fueron incapaces de trazar la reforma política– se revela que parte del problema del Congreso es que los intereses mafiosos, mercantilistas y muy particulares han ganado demasiado espacio.
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