Estamos viviendo unos momentos terribles. El dolor alcanza cada día a nuestros hermanos, nadie está libre, no sabemos si lo peor de la pandemia se está viviendo. Probablemente nos esperen días más difíciles aún. Es evidente que los servicios de salud están saturados y desbordados. Son inevitables el cansancio y el sufrimiento moral de nuestros médicos, enfermeros y personal de salud en general, héroes que anteponen sus intereses personales, dando hasta la vida por nosotros.
Es evidente también la tremenda crisis económica que se viene incubando, graficada hoy por el desempleo brutal y la dificultad para operar que sufren las empresas en todos los sectores con inmenso sacrificio de quienes salen a diario a trabajar para que el resto de peruanos podamos seguir viviendo.
En medio de esta realidad, era imposible continuar ocultando la verdad, amañando cifras, ensayando actos políticos y anuncios retorcidos.
En ese sentido, la remoción del gabinete Zeballos había traído al país una luz de esperanza de cara a conocer la verdad y de articular por fin un trabajo conjunto entre todos los peruanos.
Triste desenlace el de Cateriano y nuevamente un fuego cruzado buscando culpables de un problema de gobierno que tiene en el presidente Vizcarra a su principal responsable.
Señor presidente, no se puede hacer frente a una crisis feroz con desconfianza y desunión. En esta columna lo hemos dicho hasta el cansancio.
Nunca es tarde para reconocer errores, para hablar con la verdad, para actuar con transparencia y humildad. Nunca es tarde para buscar consensos y formar equipos de trabajo eficientes, para rodearse de gente mejor que uno. ¡Nunca es tarde para poner al Perú por delante!