El Perú es un país de emprendedores y empresarios. A setiembre de 2019 el INEI daba cuenta de 2′699,130 empresas formalmente constituidas. Buena parte de estas, (90%) pequeñas y medianas.
Es un número impresionante, considerando que de una pyme viven en promedio cinco personas. Hablamos entonces de que casi 15 millones de personas (la mitad de la población) subsisten gracias a la actividad económica privada, sin contar los negocios informales.
La estrategia del Minsa, desde que se inició la pandemia, ha sido única: encierro y bloqueo de las actividades económicas de las empresas pequeñas y medianas.
El encierro brutal llegó a costarle al país caídas del PBI del orden de 30% (INEI 2020) y más de 2 millones de desempleados y quiebres estrepitosos en sectores como turismo, gastronomía e industria.
La gestión del Minsa, con Vizcarra, fue un desastre. Prometieron proteger la vida antes que la economía y terminaron por destruir ambas, más de 100,000 vidas (Sinadef) y la bancarrota de cientos de miles de emprendedores que viven de su trabajo independiente y no de la burocracia estatal.
El Minsa, un año después, bajo tutela de Sagasti, continúa con sus despropósitos. Anunciaron otro cierre por Semana Santa.
Las vacunas vienen a cuentagotas.
En vez de controlar la aglomeración, la agravan, reduciendo horas de trabajo. En vez de descongestionar el transporte público, prohíben vehículos privados. No se intenta dotar de centros gratuitos de detección de COVID ni crear centros de entrega de oxígeno y de implementos de protección, no se evitan los bloqueos de carreteras. Muy alineados todos en destruir el motor de la economía, estos funcionarios parecieran querer exterminar al empresario definitivamente.