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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Intentar explicarlo o solucionarlo todo con una sola teoría o idea, o sistema de creencias, o con una sola herramienta es lo que se conoce como la ley del martillo de oro. Por ejemplo: "le damos título de propiedad a todo el mundo y con eso derrotamos al terrorismo en el Perú, cerramos de una vez por todas la brecha de la desigualdad y eliminamos la pobreza en el mundo".

Esto sucedió y sucede con el catolicismo y otras fes, los marxistas, los hijos y nietos del consenso de Washington, los neocons de EE.UU., los Chicago Boys, los fascistas europeos, los xenófobos rabiosos, los comunistas, Jeremy Bentham y su pupilo John Stuart Mill, ISIS, los libertarios randianos, la DBA y también Hernando de Soto, entre muchos otros. Y, en general, le pasa, en mayor o menor medida, a todos los entusiastas y activistas de causas que consideran que estas son más importantes y más justas que todas las demás causas.

"Cuando la única herramienta que se tiene es un martillo, todo empieza a verse como un clavo", decía Abraham Maslow. Otro Abraham, Kaplan, le dio un giro interesante, pero seguía diciendo básicamente lo mismo: "Si le das a un niño un martillo, le parecerá que todo lo que encuentra necesita un golpe".

Es fácil confundirse porque creer que se está en "control" es cómodo y fácil, pero, sobre todo, nos hace sentir seguros, pues nos provee de algunas certezas, aunque sean imaginarias. Ser conscientes de la propia falibilidad es, en cambio, difícil porque, para empezar, es una posición que exige un importante grado de humildad, de sentirnos inadecuados, ignorantes y hasta ridículos en nuestras convicciones. El mundo sería un lugar mejor si todos partiéramos de un supuesto verdadero: no existe quien lo sepa todo. Recuérdelo.