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Luis Davelouis: Mal Menor III

“Esta gente no ha sido envenenada, como repiten algunas cotorras. No. El antifujimorismo –con las limitaciones de lo que no existe sino solo por oposición a otro– es memoria, pudor y consecuencia”.

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La izquierda peruana se subió a la carreta de Toledo y de Humala, pero estos no ganaron gracias a la izquierda (PPK sí, por ejemplo). Y seamos absolutamente claros: la derecha no fue la que votó por el "Capitán Carlos" a sabiendas de que muy probablemente lo fuera y sin soltar por un minuto –ni siquiera por vergüenza– las banderas de los derechos humanos que dicen defender sobre todas las cosas. Y allí siguen muchos de ellos, sordos y ciegos en los laberínticos sótanos cretenses que ellos mismos construyeron entusiastas mientras cantaban "A desalambrar" de Víctor Jara.

Por otro lado, han pasado 17 años desde que Alberto Fujimori se fugara del Perú con la excusa del ALCUE para renunciar desde lejitos y, si bien el antifujimorismo está reduciéndose (de 41% en 2014 a 30% en 2017, según GfK) sigue siendo uno de los dos movimientos políticos que más gente aglutina.

Y adjudicarle esto a los caviares, los rojos o las ONG es hacerles un favor, es sobredimensionarlos. Esta gente no ha sido envenenada, como repiten algunas cotorras. No. El antifujimorismo –con las limitaciones de lo que no existe sino solo por oposición a otro– es memoria, pudor y consecuencia. Este antifujimorismo que derrotó dos veces a Keiko es hechura de su padre, Alberto, del tío Vladi y de sus amigos y fans (¡Agarren a la tía Lucha!).

Como decíamos ayer, la razón por la que se vota en contra o a favor de algo o alguien varía de persona a persona. Pero pienso que es correcto afirmar que por lo menos para un 30% de los electores peruanos, el fujimorismo no es una opción no porque lo odien, sino principalmente porque se rehúsa a reconocer todo el mal que hizo y ofrecer disculpas.