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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

"Si quieres ser bien servido, sírvete a ti mismo", reza el dicho.

Ayer, Paola Contreras persiguió en su auto a dos sujetos por las calles de San Isidro. Estos, subidos en una moto, habían roto el vidrio del copiloto del vehículo de la mujer de 24 años y robado su cartera. Paola logró detener a uno de ellos atropellándolo y casi inmediatamente se convirtió en una heroína en las redes sociales.

La noche anterior, el pugilista profesional Carlos Zambrano logró detener a uno de los delincuentes que estaban robando partes de su auto en la vía pública, en San Luis. El problema que ahora podría enfrentar el boxeador es que el sujeto al que atrapó es menor de edad. Porque, claro, Zambrano le hubiera podido pedir el DNI al ladrón y preguntarle si sabía pelear.

Estas historias son, lamentablemente, cada vez más comunes. Las personas no se sienten seguras ni respaldadas por la ley y los que se atreven o pueden se defienden como mejor pueden. Algo que, por supuesto, es natural y está muy bien.

¿Por qué digo lamentablemente? Porque la Policía está pintada o se dedica, en grandes números, a cuidar puertas de bancos y supermercados, desviar el tránsito para las construcciones que invaden con prepotencia vereda y pista, o a encontrar choferes borrachos a los que sacarles plata.

Por eso, algunas personas sienten que deben portar armas más potentes y poderosas que las permitidas; para poder defenderse ellas mismas de los delincuentes, pues la Policía rara vez llega a tiempo y, cuando lo hace, a veces tiene el cuajo de pedirle una colaboración a la víctima: "pa'l cigarrito pe, doctora". ¿Ni siquiera nos podemos poner de acuerdo en que necesitamos reformar la Policía para combatir eficazmente la delincuencia común?