Estamos tan desacostumbrados a ganar que, habiendo ganado solo un partido de tres, nuestra expectativa con respecto a lo que se puede lograr en la Copa América crece desproporcionadamente. Ya no importa que nos masacran siempre ni que, con el mismo equipo, hacemos papelones en las Eliminatorias. Nada importa. Le ganamos a Venezuela que pateando le ganó a Colombia, que jugando le ganó a Brasil y, de pronto, empatar nos bastó para pasar a la siguiente fase de un torneo en el que estamos solo porque se juega en el vecindario y hay que invitar a todos los vecinos. Pero hasta eso, ahí, es de un candor inofensivo, idiota, muy idiota, pero inofensivo.
Pero cuando la prensa "especializada" empieza a vender humo, las cosas empiezan a cambiar de color. Comienza el tono beligerante y xenófobo, se recuerdan las historias de cuando Argentina les apagaba el aire acondicionado y les cortaba el agua a los camerinos de los equipos rivales. Y empezamos a pensar que eso es lo que hay que hacer, que eso es lo que toma ganar.
Perdemos la perspectiva (porque no hemos ganado nada en más de 30 años) y luego perdemos la compostura como si nos fuese lícito creernos la gran cosa, como si nuestras expectativas ilusas nos dieran el derecho de portarnos como hinchas argentinos de quinta.
No sé si le vamos a ganar a Bolivia. No me interesaba realmente. Pero cuando vi que en América Televisión "enfrentaron" al equipo peruano conformado por esbeltas, altas, blancas y curvilíneas modelos, contra el equipo boliviano compuesto por mamachas con polleras, me empezó a interesar. Ganar legitima esta imbecilidad, así que perdamos. Se fue a la mierda el tuit en quechua de Pizarro porque somos esto: unos racistas imbéciles y conchudos. Nada más.