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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Hace unos días, un amigo compartió una noticia terrible: en EE.UU., un policía le disparó en el pecho a un estudiante mientras este se encontraba rodeado de otros estudiantes y sostenía un cuchillo de cocina. La dirección del colegio felicitó al policía por su determinación para actuar –supuestamente– protegiendo a los otros estudiantes.

¿Por qué tenía este chico un cuchillo? El día anterior, un grupo de chicos acostumbrado a golpearlo creó en Facebook un evento invitando a toda la escuela a ser testigo de una nueva paliza. En su desesperación, al chico no se le ocurrió nada mejor que intentar disuadir a sus agresores llevando un cuchillo de su casa. Esto le costó un balazo en el pecho.

La tragedia es múltiple: la soledad de quien no encuentra ni protección ni escape del abuso cotidiano del que es víctima; la indiferencia de quienes, viéndolo, eligieron callar; la imbecilidad de los que encuentran divertido torturar a otro; una familia deshecha; un chico muerto; la policía ajusticiando a la víctima de la historia; el sistema que permite todo.

Antes de escribir esta columna me encontré con propaganda fujimorista empujando la idea de la vacancia presidencial por incapacidad mental. Quienes la difunden son, en su mayoría, analfabetos funcionales que trabajan por un táper o por la promesa de uno. Y aunque digan no tener nada que ver con Keiko ni con Fuerza Popular, algunos fujicongresistas –y fujiperiodistas– suelen difundir sus insultos y calumnias.

Acusar de antidemocrático al gobierno si usa una herramienta constitucional para equilibrar las cosas es estúpido. Intentar la figura de la vacancia es como dispararle en el pecho al chico que trata de defenderse. Y sentirse orgulloso y justiciero. Felizmente, la democracia está en la calle.