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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Las generalizaciones son injustas y pueden ser peligrosas. De hecho, las generalizaciones que hacemos a partir de las etiquetas que les ponemos a las personas (y a las cosas) han acompañado las más grandes atrocidades y crímenes cometidos contra la especie humana, a lo largo de toda nuestra historia. Genocidios que van desde la conquista de América (y de Asia y de África y de Oceanía) hasta el holocausto judío, pasando por las cruzadas, las prácticas de Leopoldo II de Bélgica en el Congo y hasta el conflicto árabe-israelí son una clara demostración de cuán propensos somos a, primero, etiquetar; luego, generalizar; y, finalmente, a asumir que nuestra posición (por estúpida, equivocada o insana que sea, nada de lo cual podemos ver ni estamos dispuestos a considerar) es la correcta y la medida de todas las cosas.

Por contraste, todo lo demás es inferior o está mal: si no reza como uno, es risible; si no le reza al mismo ser invisible que uno, es potencialmente inmoral; si no camina como uno, es marica; si no come como uno, es un salvaje; si no se ve como uno (y a veces aunque así sea), es un animal; si no le gusta lo mismo que a uno, es un ignorante, un inculto.

Se dice que hoy, Viernes Santo, fue asesinado el hijo de Dios por sedición. Un judío que no fundó partido político ni religión algunos, que jamás persiguió el poder ni discriminó ni mató a nadie por ninguna razón (a diferencia de muchos que en su nombre hacen todo eso y más). Mataron a un judío inocente por decir que todos los hombres son hermanos en cuanto son hijos de Dios y que el amor a Él está basado en no hacerle a otro lo que no quieres que te hagan a ti.

Difícilmente tu dios de elección necesita que le reces. Haz.