Luis Davelouis: Mientras agonizo

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El premier Cateriano sorprendió a sus detractores al reunirse en buenos términos –pero a puerta cerrada– con los principales líderes de la oposición que mantienen sitiados a los Humala y, a través de ellos, al gobierno.

La censura sobre Ana Jara marcó el fin de la gestión trascendente. Olvídense de poner en marcha o implementar alguna de las reformas que nadie hizo en 20 años. Los días en los que el gobierno podía tomar riesgos se agotaron con la modernización de la refinería de Talara (diciembre del 2013), el posterior nombramiento de un ex consultor y asesor de empresas mineras (lobista, tal vez) al frente del Ministerio de Energía y Minas (febrero 2014) y la derogatoria de la 'ley Pulpín' (enero 2015). No le quedan vidas.

Ahora se trata de que el barco no se hunda mientras los Humala aún están en la cubierta y de evitar, en lo posible, que el tirón del hundimiento los arrastre hasta las profundidades de las comisiones investigadoras del Congreso, de donde nadie los ayudará a salir. (Si los Humala han sabido hacer una sola cosa bien es ganarse enemigos, hasta en sus propias filas.) Ya se dieron cuenta de que Urresti no tendría reparo alguno en lanzarlos él mismo a la hoguera si considerara que la pareja Humala lastra sus posibilidades. Después de la censura, Jara deja de ser la incondicional: nadie se come dos veces la misma bala por el mismo malagradecido y menos gratis. Cateriano, por otro lado, es un hombre poco carismático, sin posibilidades reales de pelearle la presidencia ni a Alfredo Barnechea, pero que se mantiene fiel, es un político con aplomo y, como vimos, lo suficientemente cara de palo como para abrazar a Alan García y sonreír cuando, si por él fuera, lo metería preso hoy mismo.

Felizmente hay GoT.

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