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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Es curioso el caso de Nadine Heredia, una persona que quiere hacer política, pero que, mientras más política hace, más rechazo genera en la población.

Las encuestas muestran, a lo largo de este gobierno, que la primera dama alcanzó su mayor aprobación durante los primeros meses del gobierno (cuando era "la encantadora, carismática y trabajadora esposa y compañera del presidente") y cuando –debido a las crisis políticas– ha tenido que bajar su perfil y con ello llegar casi a la clandestinidad.

Por el contrario, su presencia activa en el Ejecutivo, su participación en asuntos de Estado y como "vocera" del gobierno, la sospecha de su candidatura presidencial, y hasta sus actitudes y acciones –respaldo a ciertos ministros, desautorización a otros– le han generado importantes cifras de desaprobación y muchos problemas al gobierno.

Incluso, la esposa del presidente ha tenido que aceptar el rechazo mayoritario de la ciudadanía en casi todas las causas que ella emprendió y defendió públicamente –el aporte de los independientes a las AFP, la ley del régimen laboral juvenil, y hasta la férrea y desafortunada defensa que hizo de un ex ministro que atacó a una trabajadora de una línea aérea en Arequipa–, y hoy las denuncias le llueven y la población –según las encuestas– las cree.

Lo que ahora perjudica a la primera dama surgió de la iniciativa o de la tolerancia del mismo presidente y de las acciones de su esposa. Todo es cosecha propia. La participación activa en la gestión del gobierno, el nombramiento como presidenta del Partido Nacionalista, la imposición de candidaturas afines a la primera dama. Todo ha sido responsabilidad de ellos. ¿Inexperiencia, voluntarismo, soberbia, ansias de poder?

Hoy Nadine Heredia quizá ya no sea un activo, sino un pasivo, una fuente de problemas y el objetivo de la oposición –porque es la única que no tiene inmunidad– para doblegar al presidente.