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De la lactancia a la amistad

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Fecha Actualización
Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://blogs.educared.org/espaciodecrianza/

Es en la intersección de las miradas que nace la subjetividad. Y la primera vez, el modelo original, digamos, es cuando, con el pezón entre los labios, los ojos del bebé que se alimenta y los de la mamá que nutre se enlazan en un candado bañado de hormonas, endorfinas, neurotransmisores, olores y texturas. Una suerte de incubadora afectiva, cuyas imperfecciones, demoras y equivocaciones alternan con la ilusión de fluidez absoluta, sincronía sin fallas y conexión indestructible. Y, justamente por ello, abren el espacio de lo interno, de la fantasía, del deseo, de la reciprocidad. Vaya, del amor.

Pero, como no basta la madre, como la dependencia de la cría humana es tan prolongada, como hay terceros que intervienen, como se requiere alianzas, como el papá constituye un vértice que inaugura el triángulo, como los hermanos amenazan y prometen, como el grupo exige y la tribu concreta sus rituales, hay que cruzar miradas con otros. Otros que no son, necesariamente, con quienes compartimos genes, que no son nuestra sangre.

Son nuestros amigos, cómplices en el camino de la vida. Y, claro, ¿acaso puede haber complicidad sin el juego de los ojos? ¿Una de sus metáforas no es acaso un guiño? Sí, la amistad secuestra el principio de todo lo que ocurre durante la lactancia porque, cuando estamos con un amigo, también se agitan humores y corrientes electroquímicas en nuestro organismo, también hay un juego de contactos sutiles, una danza de movimientos coordinados y como que, aun en la discrepancia, hay una comunión de vivencias pasadas, prejuicios compartidos, que casi podría decirse que reemplazan los genes. ¿No es cierto, brother?

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