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La viga en el ojo
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Por supuesto que es necesario solidarizarse con causas internacionales como la muerte de George Floyd en manos de un policía, blanco, abusivo y criminal. Claro que es importante unirnos como peruanos a las protestas contra el racismo y, principalmente, entender el fondo de una lucha de siglos que de pronto se evidencia estancada o en retroceso y, lo que es peor, adherida en lo más profundo al sistema y sus estructuras. Quizá entonces, dejar nuestras redes sociales en negro por unas horas esté bien, pero sería interesante también mirar lo que sucede en nuestro país, con tanta discriminación, tan normalizada.
En la I Encuesta Nacional de Percepciones y Actitudes sobre Diversidad Cultural y Discriminación se reveló que el 53% de los peruanos cree que su país es racista y sin embargo solo el 8% se considera como tal.
De ese sondeo se desprende que entre 57% y 60% opina que son poblaciones segregadas la indígena o nativa amazónica, la quechua o aimara y la afroperuana. El drama real es que los encuestados respondieron que fue en hospitales, postas médicas, comisarías y municipalidades donde vivieron la mayoría de estas situaciones. Es decir que el racismo en el Perú vulnera directamente los derechos de millones de personas a la salud y la seguridad, desde un sistema impregnado de prejuicios, donde todos participamos, en menor o mayor medida. Y entonces, cabe preguntarse, ¿cuán aplastados o ahogados –como Floyd–, se sienten millones de peruanos frente a sus autoridades? O, ya que estamos en plena pandemia, ¿no ha quedado en evidencia con el COVID-19 que nuestra sanidad discrimina? O usted vio a algún afortunado (inserte aquí el color de piel), haciendo cola por oxígeno, pasando la noche fuera de un hospital durmiendo sentado, o peor, muriendo en la puerta de su casa sin recibir alguna atención?
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