Presidente del Congreso, Luis Galarreta, dice que la mayoría de peruanos espera la liberación de Alberto Fujimori.
Presidente del Congreso, Luis Galarreta, dice que la mayoría de peruanos espera la liberación de Alberto Fujimori.

El Congreso aprobó ayer, por insistencia, la ley sobre las pensiones de militares y policías, observada, como sabemos, por el gobierno. Para el presidente del Legislativo, Luis Galarreta, se trata de “un reclamo justo”; para la mayoría de constitucionalistas consultados, la ley es inconstitucional, ya que se trata de un gasto cercano a los S/1,100 millones y, como sabemos, el Parlamento no tiene iniciativa de gasto.

Ante esto último, la respuesta del Congreso es simple: dado que en el gobierno humalista se aprobó una ley similar, lo único que hace la actual gestión es universalizar la ley antes decretada. El Ejecutivo ya adelantó –según las fuentes de Perú21– que presentará una acción de inconstitucionalidad ante el TC y, entonces, no quedará más que esperar el fin del proceso.

Dos cosas a anotar. La primera es que, sea patente o no, en efecto la ley será un gasto, y no menor. Si ante ello el Legislativo señala razones “de justicia” o “históricas” (señalando la ley humalista), pues vamos en mal camino. Si de justicia se trata, mañana ese poder del Estado podría determinar el sueldo mínimo, o crear algún programa social. Y si de historia se trata, pues justamente por eso es que se eliminó la iniciativa de gasto: hasta las reformas de 1990, el fisco era una piñata, y solo al limitar ello es que se pudo empezar a ordenar la casa. Preocupa la facilidad con la cual Fuerza Popular reinterpreta un concepto vital para la sanidad del erario nacional.

La segunda anotación es más importante aún. Es notable el giro consistente de Fuerza Popular hacia el populismo. Ayer fueron las pensiones militares, está en la mesa el DU 003 plus (que, en el fondo, no es sino la justicia popular antes que el debido proceso), la amenaza de leyes “antiprensa”, y así. El populismo, ya sabemos, no responde a ideologías, sino al apetito de poder. El problema es que se lleva por delante a las instituciones, las cuentas y al país al final.