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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Varios candidatos proponen bajar el IGV. Comparto los objetivos del planteamiento: estimular el crecimiento de la economía y aumentar la formalización. Pero, en el contexto actual, cualquier tipo de reducción impositiva sería como dispararse en el pie.

Sería un grave error reducir la tasa del IGV porque caería la recaudación tributaria e incrementaría el déficit fiscal. ¿Cómo haríamos entonces para financiar los servicios públicos? ¿Quién pagaría la mejora en las remuneraciones de maestros, policías, enfermeras y militares? ¿Cómo se financiaría el aumento en la calidad de la infraestructura, educación y salud públicas y el combate a la inseguridad ciudadana? Reducir el IGV sería equivalente a que una familia que no puede cubrir sus gastos decidiera bajarse el sueldo.

Por otro lado, es muy improbable que se reactive de manera significativa la demanda agregada si se baja el IGV. En una economía que se ha enfriado, con caída en la inversión e incertidumbre financiera mundial, las empresas y personas destinarían los menores impuestos al pago de deudas o al ahorro. ¿Cómo lo sabemos? Porque eso es exactamente lo que han hecho con la equivocada reducción del Impuesto a la Renta del presente gobierno, cuyo único resultado tangible ha sido contribuir a aumentar el déficit fiscal.

Reducir el IGV tampoco ayudaría a formalizar. ¿Por qué un informal que sin factura paga 100 soles en lugar de 118 con factura, con la tasa actual del impuesto, dejaría de ser informal si el precio con factura baja a 115? De hecho, diversos estudios sugieren que la causa central de la excesiva informalidad en nuestro país es el alto costo de cumplir con la regulación tributaria, especialmente para las pequeñas empresas y las personas naturales. Se estima que para el segmento de pequeñas empresas este costo supera el 10% de las ventas.

Si queremos formalizar, necesitamos simplificar el sistema tributario para hacer menos costoso el pago de los impuestos. Necesitamos mejorar y flexibilizar los procedimientos de la Sunat para que las personas y pequeñas empresas puedan ser contribuyentes sin la necesidad de gastar excesivamente en contadores o abogados.

Asimismo, habrá mayor formalización cuando los ciudadanos perciban que los tributos que pagan sirven para algo. Cuando financiamos elefantes blancos, como la refinería de Talara, o gastamos más de la cuenta, como en la Línea 2 del Metro, le quitamos legitimidad a nuestro Estado y al pago de tributos.

No todo lo que brilla es oro. Reducir impuestos suena bien pero es lo último que necesitamos.