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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Como muy bien ha señalado el presidente Pedro P. Kuczynski, la mejor arma para combatir al proteccionismo es la promoción del comercio mundial. Esta verdad, por cierto, no es nueva. Lejos de lo que los proteccionistas y antiglobalizadores suponen, el comercio ha servido –como ninguna otra respuesta– al desarrollo, la paz y la brutal reducción de la pobreza mundial.

El historiador Peter Watson registra los inicios del comercio desde al menos 150,000 años a. C. El comercio en la zona del Mediterráneo está muy bien documentado desde hace 35,000 años. El desarrollo de los primeros imperios (griego, romano y chino, entre otros) se basa, en gran medida, en el comercio: los ingresos proveían de incentivos a la inversión en defensa (ciudades, armas y tecnología), así como la expansión geográfica. Las nuevas rutas comerciales proveían de nuevas cartas geográficas, así como incentivaban el desarrollo de mejores tecnologías en transporte y navegación.

Si de datos se trata, el comercio y la globalización sin duda se han disparado en los últimos 100 años. En 1600, el total de las exportaciones e importaciones sumaba, con las justas, el 5% del PBI global. Hoy, pasada la Gran Recesión, nos encontramos cerca al 60%. Lo que sí es una realidad es que las crisis financieras globales han sido una fuente de proteccionismo. Ante la caída de la producción local nunca falta el que promociona las ideas equivocadas: cerrar las fronteras, promover con dinero público la producción local, estatizar lo popular, y así. Sean guerras, crisis financieras o energéticas, el proteccionismo renace cuando los miedos y las malas ideas se juntan.

Hoy, pasados ya 8 años desde la crisis del 2008, los miedos siguen latentes, y con justa razón. Como bien ha sostenido el economista Ricardo Lago, repetidas veces en este diario, las perspectivas globales no han mejorado en los últimos años: los desequilibrios financieros que produjo la última crisis siguen presentes, continúan los problemas de alta deuda y baja productividad en las principales economías, vamos hacia una estructura demográfica adversa, los precios de los commodities se mantienen en la "nueva realidad" y las medidas proteccionistas se incrementan a nivel mundial.

Ante esta realidad, los países tenemos diferentes tareas por delante. Como en tantas otras cosas, no hay una receta única contra el estancamiento. Dependiendo del nivel de desarrollo tecnológico y la estructura productiva, unos países requerirán de ciertos tipos de desregulaciones, otros de mayor inversión en capital físico y humano, otros en estabilización monetaria y fiscal, otros en reducción de la deuda, y así. Pero todos, absolutamente todos los países, nos beneficiaríamos de una mayor apertura comercial.

Por un lado, el comercio acerca a las naciones y a sus pueblos, no solo en cuanto a bienes y servicios, sino también respecto a sus culturas y tradiciones. Bien decía el liberal francés Frédéric Bastiat, si los bienes no cruzan las fronteras, lo harán los soldados. Esto ha sido ampliamente registrado a través de la historia: cuando dos países comercian entre sí, se reduce sustancialmente la posibilidad de un conflicto entre ellos.

Pero la ventaja más visible del comercio es la promoción de la competitividad de la producción local. El comercio dirige naturalmente a los países a especializarse en donde existen mayores ventajas, sean naturales, institucionales o tecnológicas. Sea por mayores ventajas o por mejor adaptación, lo cierto es que el comercio promociona la competitividad local, lo que se traduce en mayor adopción tecnológica, mayores inversiones en servicios e infraestructura pública, y así.

El presidente Kuczynski ha dado en el clavo. Y lo ha hecho en un momento inmejorable: en una vitrina global y ad portas del ingreso de un proteccionista confeso a la Casa Blanca. Ojalá dicho mensaje se traduzca, eso sí, en cambios radicales a nivel local: es inconcebible abogar por el comercio frente al latente proteccionismo mientras se incrementa, por otro lado, el drawback, por ejemplo.

Habrá que apoyar desde cada esquina al mandatario en esto. Desde el sector privado, para empezar: si los empresarios promocionan el mercantilismo y el lobby, difícilmente guiaremos a la clase política en la línea correcta. Los medios, por supuesto, también tienen un papel importante por delante. Si ya no es por transparencia y honestidad intelectual, al menos por vergüenza: no hay mayor corrupción que la que generan los regímenes nacional-proteccionistas. Miren si no el ejemplo reciente de Venezuela, Brasil y Argentina. La academia, finalmente, también debe ponerse al frente en esta batalla.

Ojalá APEC sirva, en dicha línea, para promover los deseos del presidente Kuczynski, tanto afuera como adentro.

(director@peru21.com)