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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

De crecer en el quinquenio anterior a una tasa promedio de 7%, hoy crecemos alrededor de 3%. Las razones, por supuesto, son varias: China, por un lado, dejó las tasas de 9% en el 2012 para crecer, hoy, a un promedio del 6%-7%. Eso, sumado a la fuerte inversión global en el decenio anterior, ha llevado a que los precios de los commodities se establezcan en un piso menor. El cobre y el oro, los más importantes para nosotros, han caído en 60% y 45%, respectivamente, de sus picos en el 2011.

Por otro lado, los mercados financieros no salen aún de la crisis del 2007-2008. Los bancos tienen más liquidez, sin duda, debido a las bajas tasas de interés, pero ello no se refleja en los sectores económicos. En el fondo, el problema es uno de productividad, que requiere reformas estructurales, y ninguna de las economías importantes hace nada en ese campo.

Finalmente, al nivel local, el Estado (o los gobiernos, como prefieran) han probado su ineficacia frente a los conflictos políticos alrededor de los grandes proyectos mineros, así como han permitido el crecimiento de la tramitología y la carga regulatoria en una burocracia lenta y sin preparación técnica. Para esto último se ha diseñado la reforma Servir, pero es algo que veremos (si en efecto lo vemos) en muchos, muchos años.

Lo de China, para empezar, era previsible y, por lo tanto, se podía actuar para minimizar el impacto en nuestra economía. El plan quinquenal chino situaba su tasa de crecimiento en 7% (hoy están al 6.7%), así que estábamos advertidos. Por otro lado, distintos organismos internacionales, bancos de inversión y centros de estudios económicos preveían dicha "desaceleración" antes del 2008 ("desaceleración" entre comillas, porque crecer al 7% es una tasa gigantesca en comparación al resto del mundo). Además, la caída del crecimiento chino se ha compensado con el crecimiento de la India y África; cierto, no son mercados para nuestras exportaciones primarias, pero serán consumidores muy pronto de todo tipo de bienes.

¿Qué debimos hacer para mantener nuestra tasa de crecimiento al 5%? Para empezar, apoyar a los grandes proyectos mineros. Solo ello nos habría producido ese 2% adicional, como demostró un estudio del IPE (nota: aún esperamos el estudio que lo contradiga). Podíamos, también, invertir nuestros ingentes recursos (el Perú tiene plata y tiene cómo endeudarse) en infraestructura productiva: puertos, aeropuertos, carreteras, trenes, grandes proyectos de irrigación, etcétera), y no en infraestructura corruptiva (dirigida a llenarle los bolsillos a unos cuantos sin que produzca impacto en la productividad local).

El próximo gobierno tiene un enorme reto: prender los motores del crecimiento. Pedro P. Kuczynski, en broma, nos dice que el próximo ministro de Economía Alfredo Thorne (primo del cardenal Juan Luis Cipriani) tendrá "algún apoyo de arriba". Ojalá, pero para quienes somos escépticos del apoyo sobrenatural, nos reconforta que PPK hable también en serio. "El Perú hoy día no tiene un problema de financiamiento, lo que tiene es un problema de ejecución de proyectos. No estamos sacando los proyectos a la velocidad a que debemos sacar, estamos muy rezagados en infraestructura", sostuvo ayer, y está en lo cierto. Podemos endeudarnos, necesitamos invertir más y destrabar más. Ahí hay una clave. Otra es hacer reformas, importantes, profundas, impopulares algunas, pero necesarias.

Ante la claridad de PPK, uno no puede dejar de preguntarse, ¿qué podría ir mal? Me permito brindar algunos consejos.

En primer lugar, comunicar bien qué quieren hacer, cómo lo van a hacer y –sobre todo, lo más importante– cuál es el impacto y cuáles son los mecanismos de transparencia. Los peruanos no podemos seguir percibiendo el asalto tributario para ver cómo se enriquecen unos pocos y, peor aun, como las cosas siguen igual. Comunicar de manera amplia, sistemática, ordenada, a través de las vías que sean necesarias.

En segundo lugar, hacer un ejercicio de POLÍTICA activa (léase tender puentes, conversar, negociar, convencer) para sacar adelante cuatro reformas híper-necesarias: laboral, tributaria, judicial y del Estado. Ya perdimos suficiente tiempo desde las reformas de los noventa. Este es el gobierno que está llamado a hacerlas, pero para ello tiene que entender que requiere hacer política en serio.

Finalmente, transparencia absoluta e impunidad cero con el pasado. Los ojos de la ciudadanía, los medios y las redes estarán puestos encima de este gobierno, no solo para evitar que los lobistas (que siempre merodean) hagan de las suyas, sino para exigir que quienes han cometido delitos paguen por ellos. Y no solo me refiero al gobierno que sale, sino a todos.