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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Desde el punto de vista del crecimiento económico, es más probable que los próximos cinco años sigamos en esta meseta a que regresemos a una de altas tasas como el quinquenio pasado. Las razones detrás de esta apuesta son varias y de distinta naturaleza, pero la principal es una muy simple, pero poderosa: productividad. No hay nada que presagie que, en el próximo lustro, cambie nuestra tendencia a la baja.

Según un estudio de McKinsey del 2010, nuestra productividad relativa a los Estados Unidos en el 2009 era 16%. La de Chile, solo como referencia, era 25%. En el 2010, según el Banco Central, nuestra productividad creció de manera considerable, con lo cual podemos habernos mantenido en ese 16% o incluso haber crecido un punto, pero, desde entonces, la productividad se ha caído año a año, con lo cual es muy probable que hayamos perdido espacio.

Las cifras de McKinsey muestran que nuestra productividad es muy baja frente a las economías desarrolladas: en agricultura, donde se emplea poco más del 30% de la PEA, la productividad es cercana al 4% (siempre en relación a los Estados Unidos). Claro, alguien podría decir que, si la agricultura representa solo el 6% del PBI, qué importa que sea un sector de baja productividad. El problema son los salarios y la calidad de vida de ese tercio de la población. Además, le diría que la figura es peor.

La productividad de los sectores servicios y comercio, que representan a cerca del 65% del PBI y poco más del 50% de la PEA, ¡es cerca de 12%! Razón fundamental de ese 16% de productividad total es nuestra bajísima productividad en los sectores terciarios. En el sector industrial estamos en 18%, en construcción en 24% y en minería (la tan vilipendiada minería) en 60%. El sector minero es el único de clase mundial en el Perú; y si tomamos en consideración el potencial que tenemos, es increíble que no estemos trabajando en un nuevo "contrato social y económico" que promueva, por un lado la inversión y, por el otro, que brinde tranquilidad sobre los temores ambientales.

Regresando a la productividad, nuestra situación, como vemos, es dramática. Y peor aún: las cuentas de productividad nacional han venido cayendo año a año durante este gobierno hasta dejarnos casi en cero. Los picos fueron los años 2005-2008; del crecimiento experimentado en dichos años, más de la mitad se debió a crecimiento de la productividad. Entre el 2009 y el 2012 fueron menos de un tercio, y en el 2014 menos de un quinto (similar a los años noventa, después de la peor tragedia económica de nuestra historia).

¿Por qué creo que nuestra tasa de crecimiento se mantendrá en esta nueva "meseta" del 3%? Porque veo muy improbable que el próximo gobierno realice reformas e inversiones dirigidas a mejorar la productividad total nacional.

¿Qué políticas públicas promueven las mejoras en productividad? Dos al nivel más sencillo: mayor competencia en los distintos mercados, y seguridad y confianza en el ecosistema institucional. Las ganancias en productividad de los noventa y las de la siguiente década se produjeron sobre todo por las primeras; no haber hecho reformas en las segundas nos está pasando una pesada factura ahora.

Mayor competencia requiere, hoy, de un conjunto de reformas que acompañen aquellas de los noventa: reducir la ridícula carga burocrática, incluidas por supuesto las del sector laboral (una lástima, en este sentido, la corrección hecha por Julio Guzmán a la valiente y clara posición esgrimida por Gonzalo Aguirre; primera vez que escucho a un político peruano apelar –sin cálculo político– a un cambio radical en dicho ámbito), es un primer paso, pero no el único.

Se requiere de un importante impulso en la educación técnica y en la infraestructura nacional (puertos, aeropuertos, carreteras, Internet, etc.). Pero, y a estas alturas, tal vez más importante sea un cambio brutal de nuestro ecosistema institucional: seguridad ante el crimen organizado y común, ante la corrupción, reforma del sistema de administración de justicia, etcétera. La informalidad, por supuesto, también es una tara a vencer en la carrera por mejorar nuestra productividad.

Requiere de un cambio en esta matriz agrícola, invertir en infraestructura (irrigación, sobre todo) y facilitar el acceso a maquinaria moderna; promover la descentralización de los sectores terciarios: ¿por qué no puede haber un enclave financiero en la sierra o selva? Requiere pues hacer políticas públicas con un objetivo claro, siendo además innovadores y promoviendo la excelencia.

¿Se puede? Extremadamente difícil, pero creo que sí. ¿Algún candidato habla de esto? Sencillamente, no.

(director@peru21.com)