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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Ayer, en "BCRP y votos" discutí este nocivo y antidemocrático planteamiento bajo el cual cualquier decisión que asuma la bancada fujimorista, y que conlleve por supuesto su apoyo vía votos en el Congreso, se asuma como una "imposición" y no la libre elección de cómo, cuándo, quiénes –o lo que sea– que asuma correcta dicha bancada.

Es, por lo menos, lo que se trasladó ayer como idea en los principales medios: que el fujimorismo había "impuesto" a los tres directores elegidos. La realidad es distinta, y más compleja. Para empezar, el Congreso hoy está compuesto por una mayoría de 72 parlamentarios fujimoristas, elegidos en elecciones democráticas, con lo cual –guste o no– ya tienen un voto (como bancada) que les permite tomar decisiones cruciales. Por ejemplo, ¿la confianza del gabinete Zavala fue una imposición del fujimorismo? No. ¿La delegación de facultades? Obvio, tampoco. Pero el voto del jueves sí, no obstante votaron otros partidos por los tres miembros.

El fujimorismo pudo, por ejemplo, plantear no dos sino tres nombres, y votar a favor y así conseguir tres miembros en el ente monetario. E incluso ahí hubiese sido legal, formal, parte de sus atribuciones y derechos como bancada. No lo hizo: propuso a dos; votó, como le corresponde a cualquier bancada, a favor de un tercero. No se entiende cómo eso puede interpretarse como una "imposición".

Veámoslo por el otro lado, ¿significa entonces que con dicho poder el fujimorismo puede hacer casi cualquier cosa y nunca será una exageración, o una "imposición" mientras voten en mayoría? Claramente, no. El fujimorismo puede utilizar indebidamente dicho poder de voto en el Legislativo y, entonces, darle la razón a sus detractores. Si, por ejemplo, perturban la institucionalidad respecto a otros poderes (o el propio Legislativo). Entonces, con justa motivación, habrá que levantar el dedo, señalar, criticar y, si es necesario, pelear la decisión en los fueros que sean necesarios. A los opositores del fujimorismo esto les dará igual; a fin de cuentas, todo pasa por destruir al enemigo. Ojalá el gobierno, en todo caso, no caiga en dicho juego.