Este 2016 ha sido un año difícil, previsible si recordamos al anterior gobierno. Desde el punto de vista político, la campaña electoral fue compleja y criticada en primera vuelta, sangrienta y fétida en segunda. La transición se realizó en medio de una polarización impensable, y las cosas no han variado mucho, con algunos picos de altísima tensión.
En lo económico, pues tampoco podemos ser muy optimistas. El gobierno nacionalista se fue dejando la casa rota, con las cuentas fiscales en rojo borgoña y la economía semiparada: el sector industrial en recesión tres años seguidos, el sector financiero destrozado por la excesiva regulación, ni qué decir de la minería y la pesca, o los sectores comercio y servicios. Ollanta Humala fue para la economía lo que Atila el Huno para Asia: por donde pasó no volvió a crecer el césped.
Institucionalmente, pues ya sabemos, otro desastre. Tan solo la intromisión de la Sra. Heredia (y la sumisión del mandatario) ya era suficiente para dejar las cosas en estado catatónico. Pero, como suele suceder en estas historias, cuando en la cabeza patinan, pues abajo no esperemos rectitud. Ahí tenemos los descalabros institucionales en las Fuerzas Armadas, la Policía y distintos organismos (Concytec, como gran ejemplo).
Esto, entre otras cosas, es lo que heredó el gobierno del presidente Kuczynski y Peruanos por el Kambio. Por supuesto, poner las cosas al día no será cuestión de unos meses, menos aun cuando el entorno político los enfrenta con un partido fuerte y que controla, casi a viva voz, el Legislativo. Y como para empeorar las cosas, terminamos el año con el destape de las corruptelas de la constructora Odebrecht, en las que se encuentran involucrados al menos tres gobiernos (y podría, incluso, llegar a funcionarios de la actual administración).
Como dijimos, el 2016 no fue un año fácil. Esperamos, sinceramente, que en el 2017 encontremos la manera de poner al Perú siempre por encima en nuestras decisiones. ¡Felices fiestas a todos los peruanos!