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Juan José Garrido: ¿Qué esperar en el 2017?

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Fecha Actualización
A finales del 2015 (ver "¿Es posible?"), advertidos por el entorno externo y el año electoral, imaginamos que el 2016 sería, en el mejor de los casos, parecido al 2015. Hoy, y salvo por los desbarajustes en las cuentas fiscales, el 2016 fue ligeramente mejor (4% el estimado). ¿Cómo será el 2017?

En el plano político, todo apunta a que el 2017 será un año de definiciones para el gobierno del presidente Pedro P. Kuczynski. La clave será el manejo de un potencial enfrentamiento con el fujimorismo; en un choque frontal, el gobierno se verá incapacitado de llevar a cabo sus planes político-económicos.

Otro escenario es el de una "guerra fría", donde el gobierno y la oposición tomen distancias, la comunicación sea mínima y pasen algunas cosas y se bloqueen otras. Cualquiera de estos dos escenarios, para la economía, es perjudicial en el corto y mediano plazo, pero fatal para el largo plazo.

El escenario ideal es uno donde las ideas del Ejecutivo pueden llevarse a cabo gracias al músculo del Legislativo. Por supuesto, dicho "acuerdo mínimo" requeriría de un ambiente propicio; esto, por supuesto, no ocurrirá: el antifujimorismo y las bases radicales del fujimorismo jamás lo permitirían. Así que las posibilidades están a favor de los escenarios negativos más que de los positivos.

Desde el punto de vista social, pues las cosas parece que serán más complicadas que en el 2016. El gobierno humalista dejó a las industrias extractivas jaqueadas por la inoperatividad de sus burócratas (increíble, muchos de ellos siguen en el actual gobierno) y la incapacidad de lidiar con los grupos antimineros (ONG como Cooperacción, Grufides, líderes locales y nacionales, medios y redes, entre otros). En lo que va del gobierno ppkausa, se han atacado distintos campamentos mineros, violentado a los trabajadores, incendiado sus instalaciones, bloqueado sus operaciones y tránsito de bienes y provisiones, mientras el Estado ha sido incapaz de actuar de acuerdo a la ley. En fin, han escalado en número, coaliciones y violencia, mientras al otro lado (gobierno y empresas) ha primado el inmovilismo.

Según cálculos de algunos analistas, casi la mitad del crecimiento esperado en el 2017 depende de la producción de nuevos proyectos (solamente Las Bambas representa 0.8% del estimado de 4.0%) y de las ampliaciones de unos cuantos más. No estamos, entonces, ante un ambiente optimista en dicho sector, y de hecho deberíamos considerar una posibilidad no menor (¿25%-30%?) de que solo se cumpla la mitad de las expectativas.

Luego están los factores económicos. El Fondo Monetario Internacional espera, según el último pronóstico de octubre, un crecimiento de 3.4% en el 2017, muy parecido al 2015 (3.2%) y 2016 (3.1%). Las economías desarrolladas crecerían 1.8% (frente a 1.6% en el 2016), China caería a 6.2% (del 6.6% en el 2016) y la región latinoamericana crecería 1.6% (frente al -0.6% del 2016). Esto, por supuesto, si el ingreso del proteccionista Donald Trump no se trae abajo el comercio mundial, trabando el ingreso de productos, rompiendo acuerdos e impidiendo la migración de las empresas norteamericanas. Los indicadores de precios de los principales metales se mantienen en los niveles del 2016, y donde podrían existir sorpresas es en el ámbito monetario, el cual estará supeditado a las decisiones de la Reserva Federal norteamericana.

Por el lado interno, pues hay expectativas mixtas. Por un lado, y como sostuvo Roberto Abusada en el reciente CADE, la inversión privada podría empezar a levantar cabeza a inicios del año, pero ello estará supeditado –sobre todo– a la percepción general (empresarios grandes, chicos e independientes) sobre el manejo político y social del gobierno. Si se cayera un proyecto importante, o el enfrentamiento con el fujimorismo se enrumba por trayectos críticos, pues ese interés se mantendrá en estado expectante, y no pasará a convertirse en una palanca de cambio.

Por otro lado, el lado tecnocrático del gobierno está haciendo muchas ofertas (y entregando resultados en algunas): desregulación, promoción de la inversión y la productividad, la famosa "revolución del crédito", la apuesta por la formalización y por la ampliación de la base tributaria, y así. Todo este conjunto de políticas, por muy positivas que sean, no se podrán apreciar en un ambiente enturbiado por un potencial enfrentamiento político entre el Ejecutivo y el Legislativo.

En resumen, el 2017 puede ser ligeramente mejor que el 2016, salvo que los astros se empecinen en darnos malas noticias. Lamentable, porque si algo pudo aprovecharse en este quinquenio (2016-2021), eran las ideas del Ejecutivo y los músculos del Legislativo.