notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El presidente Humala, en su discurso por 28 de julio en el 2012, anunció como objetivo central de su gobierno reducir la pobreza al 15% para el final de su mandato. La meta no era menor: entonces, en el 2012, la pobreza se situaba en casi 26%; reducir 11 puntos en los 4 años restantes era muy, muy difícil, pero no imposible. Entonces, recordemos, el lema del gobierno nacionalista era "inclusión para crecer", lo que suponía una mayor preocupación por la reducción de la pobreza que por el crecimiento. Lamentablemente, ocurrió lo contrario.

En el quinquenio anterior (2006-2011), la pobreza se redujo de un 44% al 28%, a un ritmo de 3% al año. La teoría del crecimiento y la reducción de pobreza es muy compleja: sabemos poco sobre lo que no funciona y un poco menos sobre lo que funciona. Sabemos que los países que están en guerra o con procesos inflacionarios desbocados no crecen, como sabemos que aquellos que favorecen la inversión privada y el comercio tienden a crecer en mayor medida.

¿Cómo se traduce el crecimiento en la reducción de pobreza? Es un debate antiguo y amplio entre economistas. El crecimiento económico beneficia sin duda a los más pobres: la inversión demanda bienes y servicios locales, lo cual presiona a mejores ingresos, se incrementa el stock de infraestructura, y así. En cuánto mejora a los más pobres es la diferencia: hay países en los que beneficia más a los pobres que a los ricos (en términos relativos), con lo cual se reduce la inequidad de ingresos. A este tipo se le llama "crecimiento pro-pobre". Perú fue un ejemplo durante los últimos 15 años: la pobreza cayó mientras caía la desigualdad; es decir, se reducía la pobreza mientras los NSE más bajos mejoraban sus ingresos a un ritmo mayor que los NSE más altos.

Eso se perdió en este quinquenio. Del 26% del 2012 hemos bajado al 22% actual; del 3% de reducción de pobreza anual ahora reducimos 1%. ¿Qué pasó? Pues, en simple, crecemos a un ritmo menor: antes crecíamos al 7%-8% anual, ahora crecemos al 3% anual promedio. Y según los estudios, cerca del 80% de la reducción de pobreza en Perú se debe al crecimiento económico.

Es evidente que no llegaremos al 15% en el 2016 (cuando se publiquen las cifras el próximo año), pero ello no quita que el objetivo debe ser prioritario para todos. La pregunta es cómo regresar al crecimiento pro-pobre.

En primer lugar, quien asuma el mando del gobierno deberá brindar un mapa de ruta hacia la reactivación económica. Regresar al 7%-8% de crecimiento, en la actual coyuntura, será muy difícil, pero sí podemos retornar al 5%-6%: tan solo en el inventario de proyectos de inversión privada y público-privada tenemos asegurado dicho requerimiento (hoy empantanados entre absurdas regulaciones y la dejadez de los burócratas a cargo).

Luego tenemos las reformas pendientes. No serán puntos del PBI en el corto plazo, pero sí en el mediano y largo plazo (Sebastián Edwards, de la UCLA, calcula cerca de 3 puntos adicionales de crecimiento).

En segundo lugar está, entonces, cómo trasladamos los beneficios del crecimiento a los sectores más necesitados. Si bien el crecimiento por sí mismo garantiza una reducción importante, se requiere un trabajo técnico y focalizado. En el Perú la cancha no está nivelada para todos (la famosa "lotería al nacer"); de ahí la necesidad de programar "sostenes sociales" (educación, salud y otros).

Esto puede sonar a populismo, pero tengamos un hecho en cuenta: nuestra fina fibra social no da para más. Cada cinco años millones de peruanos se vuelcan hacia soluciones populistas y demagógicas, si no antisistema, y con razón: no perciben los beneficios o, lo que al votar es igual, perciben que los beneficios no son iguales para todos. Y la respuesta de "a cada quien lo que el fruto de su trabajo resulta" no es suficiente, no en un país con diferencias tan profundas como el nuestro.

No llegaremos al 15% de pobreza en el 2016, pero sí se puede al 2021. Ambos candidatos presentan un ambicioso plan de reactivación económica, así como también de reformas. De igual manera, en ambos planes de gobierno se observa una preocupación por mejorar la dotación de servicios públicos (educación, salud, agua y desagüe, entre otros). No obstante, ¿se animaría alguno de ambos candidatos a comprometerse con el objetivo del 15% de pobreza para el 2021? ¿Alguno iría más allá?