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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Fidel Castro está muerto. Como era de esperarse, no faltaron los que se deshicieron en loas, así como quienes pusieron la verdad por encima de lo políticamente correcto. ¿No hay muerto malo? Frase hueca. Al menos hay uno.

Castro convirtió a su bella tierra, Cuba, en una isla-cárcel. La convirtió en eso. No fue producto del azar, de las circunstancias, del contexto internacional. Sus resoluciones no estuvieron marcadas por los Estados Unidos, menos aun por la autocracia de Batista. La convergencia del Estado y su persona, la limitación de los derechos políticos, civiles y económicos, y la sanguinaria forma de resolver cualquier conflicto se debieron única y exclusivamente a su fascinación por el personaje que creó y que llevaba su nombre. Todo giraba en torno al culto a su persona. Era un enfermo, un psicópata.

Su muerte ha contentado a muchos, como era de esperar. Por Castro se exiliaron millones de cubanos; dejaron sus casas, amigos, familias, trabajo y sueños por culpa de un egocentrista con una necesidad que sobrepasaba la vida de millones de compatriotas.

Fidel Castro murió y otros están tristes, no obstante, mató y mandó matar a tantas miles de personas, convirtió a la isla-cárcel en un feudo personal, desde donde su régimen traficaba armas y drogas, se convirtió en un longevo sátrapa que impuso su agenda por más de cincuenta años (durante los cuales, dicho sea de paso, amasó una fortuna incalculable). No puedo decir que me produce alegría su muerte. Alegría me hubiese producido que Castro pase por un juzgado y pague por los crímenes y delitos cometidos.

¿Por qué la historia juzga a los dictadorzuelos de derecha de una forma y a los de izquierda de otra? Moriremos sin saberlo. Lamentablemente, como era de esperarse, la clase política internacional (con la solitaria opinión de Donald Trump) cerró filas detrás de lo políticamente correcto. Qué pena. ¿Una vez más la historia será contada por esa prensa y esa gentuza ideologizada? Esperemos que no. El pueblo cubano ciertamente no se merece, encima, eso.