Juan José Garrido: Balance del año

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En lo general, este 2015 no ha sido un buen año. Cierto, el 2014 tampoco fue uno que podamos recordar con especial afición, pero –y como ya sabemos– el destino se labra aceptando lo bueno y lo malo, conscientes de que se pueden hacer mejoras si las deseamos y trabajamos dando lo mejor de nosotros.

En el plano económico, el año terminará con cifras muy parecidas al anterior, que tampoco fueron buenas: el 2014 cerramos al 2.4% (cifras del MEF) y cerraremos el 2015 en el rango entre el 2.5% y 2.7%, en el mejor de los casos. Nuestras fortalezas de antes (solidez macroeconómica, altas tasas de inversión, baja deuda y balance fiscal) han empezado a flaquear. Cierto, los precios internacionales de nuestros principales productos de exportación (cobre y oro, principalmente) no están en su mejor momento, pero tampoco en el peor. El proyecto minero Tía María, por ejemplo, sigue en espera de las condiciones adecuadas para llevarlo adelante; en otras palabras, demuestra que no son los precios la principal razón de la caída de las inversiones mineras. El problema está en el ambiente de negocios, y eso explica por qué no hay inversiones en otros sectores económicos: gas y petróleo, grandes proyectos agrícolas o industriales, proyectos público-privados, etcétera.

Durante este 2015 se ha notado, como nunca, la falta de experiencia y muñeca de este gobierno. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), otrora catalizador de dicho ambiente, hoy aparece débil, sin liderazgo. No se han hecho reformas importantes, y las pocas hechas no cambiarán el panorama competitivo en el corto ni en el mediano plazo. Y donde mayores cambios requerimos, el plano institucional, hay más retrocesos que avances.

El ecosistema institucional, complejo por definición –alberga desde organismos hasta normas específicas, pasando por un múltiple abanico de actores e intereses–, se mantiene en un alarmante estado de precariedad. Y por más que nos visitan expertos y líderes globales para machacarnos una y otra vez sobre la necesidad de mejorar el mismo, pues las cosas siguen en lo mismo o empeoran: la independencia de poderes durante estos años ha sido calamitosa (y durante el 2015 ha sido muy visible el interés de ignorar este aspecto por parte del gobierno); la calidad de los principales organismos involucrados (Poder Judicial, partidos políticos, Fiscalía y Procuraduría, entre otros) no mejora y pareciera que no les interesa; y así. La injerencia del poder político en los estamentos militares es otro espacio de notable retroceso, así como la interferencia en casos de gravísima corrupción (el más notorio en el 2015, el caso Martín Belaunde, del cual queda mucho pan por rebanar).

Es tal vez en el campo de la lucha contra la corrupción donde mayores visos de retroceso hemos notado en el 2015. El caso de las agendas de la esposa del presidente Humala, la Sra. Heredia, ha sido el más llamativo, más que por lo que aparezca en las mismas (que seguirá un extenso proceso de análisis y cruces con la realidad), por el tiempo que se mantuvo la Sra. Heredia mintiéndoles a los peruanos, poniendo en duda la reputación de los medios y los periodistas involucrados, sin ningún rubor.

En el plano político, tampoco hemos constatado mejoras en la relación entre ciudadanos y el poder de turno. Y esto no solo en el Gobierno Central: la caída masiva de presidentes regionales acusados por corrupción así como las denuncias contra alcaldes (incluyendo, por supuesto, la gestión de la Municipalidad de Lima) han dejado al descubierto la podredumbre de nuestros servidores públicos. Conforme se acercaron las fechas límite en el calendario electoral, la facilidad con la cual se perdieron los compromisos con valores e ideas ha sido un duro golpe para los ciudadanos: el paso de la Sra. Villarán a los brazos nacionalistas, el ingreso de Anel Townsend al equipo del cuestionado César Acuña, así como el matrimonio Apra-PPC, el ingreso de Vladimiro Huaroc a las filas fujimoristas, entre otros, han desnudado el peso de los intereses personales por encima de cualquier otro. Y seguirá ocurriendo en las próximas semanas, conforme se cierren las listas congresales.

A nivel privado es donde hemos encontrado distintas muestras de esperanza; en las artes (literatura, cine y teatro, principalmente), los deportes (atletismo, surf, boxeo, entre otros), el activismo y emprendedurismo social. Hay una nueva generación de peruanos buscando cambiar nuestra sociedad y nuestro futuro. Grandes empresas, asimismo, han consolidado proyectos muy importantes relacionados con la innovación y la educación. Son apuestas de largo plazo, y por ello plausibles con mayor razón.

Libertad para los presos políticos en Venezuela.

Juan José Garridodirector@peru21.com

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