Juan José Garrido: Sin poder

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El fin del poder, más que el título de un libro escrito por Moisés Naím, es una realidad. Y en nuestro país pocos ejemplos más importantes que el presidente Ollanta Humala para dar fe de ello: desde el 2012, en cuya medición obtuvo 30%, cae sostenidamente hasta el 22% actual.

Alguno dirá que, a fin de cuentas, la encuesta mide el poder, y siendo la Sra. Heredia –su esposa y presidenta del partido– quien ostenta el poder real, las percepciones solo constatan una realidad. Sí, pero resulta que la Sra. Heredia también ha perdido, y considerablemente, poder en el Perú.

¿Quién ha ganado ese poder perdido por el vértice en Palacio? Ninguno de la lista; si le preguntáramos a Naím, seguro diría que son los poderes locales, regionales e informales los que han capitalizado en dicha arena: Conga y Tía María son una muestra concreta de ello.

Pero el presidente Humala no solo ha perdido poder frente a los micropoderes. Hoy, el poder del titular del Ejecutivo es pequeño incluso dentro del Ejecutivo: ministerios que no siguen (no obedecen, como quieran llamarlo) las directrices de Palacio o el premierato, estamentos que no obedecen al ministro, ministros que no pueden con los poderes internos, y así. La degradación del poder ya no es solo un problema interpoderes (central, regional y local), sino ahora intrapoderes.

El poder, como dice Naím, ya no es lo que era: "Cada vez es más fácil obtenerlo, más difícil de usarlo y más fácil de perder".

Este será un problema ya no solo para el presidente Humala, en su último año, sino del futuro reemplazo. Quien gane las elecciones del 2016 encontrará un sillón con una pata floja y el asiento descosido; y desde esa fragilidad tendrá que lidiar con una economía desacelerada, mayores demandas populares, un mayor número de micropoderes y la precariedad institucional ya conocida.

Sería bueno que los candidatos en estas elecciones nos cuenten para qué quieren ser presidentes y cómo lidiarán con esta realidad.

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