Es dramático y perturbador saber que hasta ayer han fallecido 470 efectivos policiales y más de 28 mil estén contagiados. Las cifras, que no se detienen, revelarían que, lamentablemente, las estrategias de protección de la salud del personal policial en los últimos seis meses no están funcionando. Hemos expresado más de una vez que es un error persistir en los “operativos” con contacto físico con la población. Hace falta mucha creatividad y decisión para hacer retroceder la muerte de la fuerza policial.

Lo mencionado es solo la punta del iceberg de un fenómeno mayor que por años enfrenta el sector Interior y la PNP, que, si bien este último combate con valentía y dignidad la pesada carga de la criminalidad y mantiene el orden público, soporta una burocracia perniciosa que —estamos seguros— es el principal responsable de todos los males institucionales. La indiferencia, pusilanimidad, insensibilidad y la incapacidad para tomar decisiones son parte de este proceso.

El problema es que la burocracia en el sector (y la PNP) se resiste al cambio por temor a perder sus “privilegios” (como imponer sus jerarquías en algunos casos), gestiona de manera deficiente (por temor a las denuncias o incapacidad), asume tareas especializadas que no conoce y el eterno prejuicio de que los “civiles” no deben administrar algunas áreas de la organización porque ponen en “riesgo” la seguridad. Tremenda falacia.

Es hora de que la Policía Nacional amplíe su mirada en el horizonte que la rodea y tome, entre otros, el ejemplo de la experiencia de éxito de la empresa privada (como la banca, por ejemplo), que ha resuelto el problema de los datos o información clasificada de sus clientes (cuentas, datos personales, historial crediticio) optando por el outsourcing, aligerando procesos y logrando calidad y excelencia en sus servicios. Estamos seguros de que si recurren a ellos, con gusto compartirán los beneficios de la experiencia.

La idea es liberar de manera permanente a muchos policías (enquistados por años en asuntos administrativos) para ubicarlos en las áreas operativas de mayor demanda ciudadana. Descontado está el hecho de que la trilogía perfecta –persona idónea, procesos renovados y alta tecnología– reducirá los casos de corrupción y elevará la calidad de los servicios policiales en todas sus variantes.

Es tiempo de romper con paradigmas impuestos en la administración policial y dar un salto hacia la excelencia en organización, procesos y tecnología, para darle al ciudadano (y al efectivo policial) la atención de calidad que necesita, más aún en estos tiempos de incertidumbre. Solo así siempre habrá el respeto y la consideración de todos. Ya lo hemos dicho; los resultados diferentes solo se logran haciendo las cosas diferentes. ¡Sí se puede!

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