notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

El tiempo, finalmente, hace su trabajo. No cura solo el transcurrir. También la acumulación de hechos que poco a poco sitúan en su lugar lo ocurrido. El presidente –en breve electo– se ha ido de viaje. Salir de Lima es saludable. Las presiones y las ansiedades quedan atrás. Acaso no todas. Pero desde las necesidades acuciantes de la provincia todo se ve con otro cristal. Al emerger lo verdaderamente relevante resbala por su cuesta todo lo fútil. Y Lima se ve de otro modo.

Agradecer, reafirmar propósitos e iniciar el camino de las soluciones es apretar el paso. El peso de lo sustantivo. Ha empezado su gira por donde ganó. Es de imaginar que luego vaya a donde ha perdido: será el presidente de todos y los problemas de quienes votaron por su adversaria esperan también respuestas del gobierno nacional. Acabadas, cuando menos bajo su forma electoral, las batallas de los políticos, la vida sigue su curso. Y la de la mayoría se parece poco a la de los líderes. Esa distancia es parte del problema. Las urgencias no son las mismas. Solo la empatía las acerca.

Pero el tiempo globalizado también acumula hechos que tendrán –tienen ya– influencia en nuestras vidas. Anteayer Gran Bretaña y antes Colombia. El referéndum británico fue la respuesta de un líder conservador a una presión externa aun más conservadora: el resultado de una sociedad sin contrapesos laboristas desde Tony Blair. La decisión británica ha remecido los mercados y las bolsas. Las negociaciones de salida versarán sobre lo mismo que ha cavado la escisión inglesa: derechos de aduana e impuestos, contra inmigración y libre tránsito de la fuerza laboral. Uno y otro van atados, como lo sabía la parlamentaria Jo Cox, asesinada por oponerse a la salida de la Unión Europea.

El acuerdo para el cese al fuego bilateral y definitivo firmado en La Habana trae a Colombia el fin de medio siglo de guerras. La decisión colombiana se espera remueva conciencias y acaso también lo que ocurre en nuestra frontera. Lo firman Juan Manuel Santos, ayer ministro de la guerra, hoy presidente de la paz, y Rodrigo Londoño Echeverri, de apodo 'Timochenko', jefe de las FARC, un cardiólogo que nunca ejerció. Si viviera, Gabito García Márquez estaría estentóreamente feliz e íntimamente desconfiado. Así deben estar hoy los colombianos: el alma suspendida entre poder ganar la paz o perderla.

Ambas decisiones amplían y fortalecen la democracia, así la ciudadanía se equivoque. Rozan las capas profundas de la historia y nos invitan a hacer lo mismo: sería bueno contagiarnos del ánimo de abrir puertas que hoy están cerradas. Hacer historia.